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Futuros distópicos en el cine coreano

29/01/2024

Con motivo del estreno de la película Concrete Utopia el próximo viernes 2 de febrero, un film que nos describe el día después en un mundo que ha visto como todo se destruye salvo un edificio al que se encaminan los supervivientes para intentar sobrevivir, escribimos este reportaje que intenta acercar al espectador a los futuros distópicos que ha dado de sí la cinematografía coreana.

Concrete Utopia tuvo su estreno mundial el pasado septiembre en el Festival Internacional de cine de Toronto, para después proyectarse dentro de la sección Órbita del Festival de cine de Sitges, y de ahí alzarse con los tres premios grandes del Festival de cine fantástico Fancine de la Universidad de Málaga: película, director, efectos especiales. La película está dirigida por Uhm Tae-hwa e interpretada en sus principales papeles por Lee Byunghun (A Bittersweet Life), Park Seo-joon (Parásitos) y la actriz Park Bo-young (A Werewolf Boy).

Además, Concrete Utopia se ha convertido en el film seleccionado por la Academia coreana de cine para representar a Corea del Sur en los Oscar, ganando dos galardones en los Blue Dragon Awards: el premio al mejor director para Uhm Tae-hwa, y el de mejor actor para Lee Byung-hun.

Generalidades. Definición y sociedad coreana

Una distopía es, por definición, una sociedad ficticia indeseable en sí misma.​ El término, procedente del griego, fue creado como antónimo directo de utopía, término que a su vez fue acuñado por santo Tomás Moro y figura como el título de su obra más conocida, publicada en 1516, donde describe un modelo para una sociedad ideal con niveles mínimos de crimen, violencia y pobreza.

El término distópico se ha visto presente tanto en la literatura (Fahrenheit 451 de Ray Bradbury) como en el cine, siendo Metrópolis (1927) de Fritz Lang una de las obras embrionarias del término. En el caso de Corea del Sur, hay que tener en cuenta su historia para entender los acercamientos a la ciencia ficción que han creado sus directores. Corea, conocida como el Reino Ermitaño, estuvo más de cuarenta años bajo la ocupación japonesa (1904—1945), algo que todavía recuerda la memoria colectiva de su sociedad. Negación de hablar en lengua coreana, de utilizar nombres coreanos, de poder regentar un negocio propio, abusos… Corea a lo largo de estas cuatro décadas ha almacenado un ‘odio’ hacia lo japonés. Tras la II Guerra Mundial, y una vez en libertad, Corea se enfrenta a una guerra entre el Norte y el Sur (1950—1953) que dividirá la península tras la firma de un armisticio. Corea del Norte, con su régimen comunista. Corea del Sur, apoyada por Estados Unidos, y que va a vivir cuarenta años de dictadura, hasta las elecciones democráticas de 1988.

Ante semejante contexto histórico, no es de extrañar que la ciencia-ficción surcoreana basada en los mundos o futuros distópicos no se desarrollara como en otras cinematografías. Así pues, fueron los cineastas de Corea del Sur que padecieron los años de dictadura, de violencia, de matanzas civiles, como la de Gwangju, los responsables de dar voz a la nueva Corea que emerge, con un capitalismo en muchos casos desmedido, y una serie de lastres sociales que todavía no han superado (las apariencias, la diferencia de clases, la misoginia y violencia de género, el excesivo control mediático, la imagen y la belleza…). A este grupo de directores se les conoce como la Nueva Ola y serán ellos y sus discípulos quienes darán rienda suelta al género que nos ocupa.

Las distopías en el inicio de la Nueva Ola: buscando una nueva Corea

Dirigida en 2002 por Lee Dong-Joon, 2009 Lost Memories, plantea un futuro en el que Seúl es la tercera ciudad más importante de Japón —Corea no ha conseguido la independencia, sino que ha sido absorbida por Japón—. Se trata de un film de ciencia ficción que plantea una línea temporal totalmente diferente a la acontecida —con algunos ejemplos tan recordados como el Mundial de Fútbol de 2002, que en lugar de jugarse en Corea se jugó en Japón—. Un agente de JBI de origen japonés y coreano y su compañero de origen japonés, serán los encargados de averiguar quién ha alterado la línea temporal, e intentarán recuperar la Independencia de Corea. A pesar del que el público coreano —el de 2002— no es amante de las películas de ciencia ficción, la cinta consigue entrar en el top ten del año llevando al cine a más de 2 millones de espectadores. Está claro que la mezcla entre una gran estrella, Jang Dong-gun (Friend) y la temática: política-ficción, son los responsables de estos resultados.

En estos primeros años de surgimiento de la Nueva Ola, varios films van a reflexionar sobre el imperialismo japonés o la reunificación de ambas Coreas. También en 2002, Yesterday (Jeon Yun-su), lo hace en forma de thriller futurista, en el que mezcla experimentos genéticos con niños con la unificación de las dos Coreas en 2020. En esta fecha, varios de los investigadores que han participado en estos experimentos empezarán a ser asesinados. Por su parte Natural City (Lee Jae-Jin, 2003), protagonizada por un jovencísimo Yo Ji-tae —recién salido de Oldboy—, es lo más cerca que la ciencia ficción coreana ha estado de Philip K. Dick y de Blade Runner. Año 2080. La Gran Guerra dejó una ciudad destruida que ahora se levanta convertida en una nueva metrópolis. En un océano que ahora parece lejos de cualquier otra civilización en el planeta. Los avances tecnológicos han permitido la creación de cyborgs con IA. Pero éstos tienen un corto período de existencia.

Del mismo año es Save the Green Planet. En su promoción lo dejan claro: es una cinta de ciencia ficción, es un thriller, es una comedia, es un musical. Es todo esto y mucho más. Adelantado a su generación, el realizador Jang Joon-hwan es capaz de hablar del deterioro del medio ambiente y vaticina el fin de la Tierra… a través de una invasión alienígena. ¿El jefe de estos extraterrestres…? Su propio jefe. Merece mucho la pena analizar esta película para preguntarse acerca de las relaciones laborales entre trabajadores y empleadores. Algo que muchos futuros distópicos avanzarán en forma de diferencia de clases.

La sociedad coreana se come a sus miembros (diferentes)

La República de Corea ha logrado un rápido crecimiento económico y desarrollo social en las cinco últimas décadas. El ingreso per cápita creció de 1.342 dólares en 1960 a 19.227 dólares en 2008. En el mismo período, la expectativa de vida aumentó de 52,4 años a 79,6 años y la mortalidad infantil se redujo de 70 a 3,4 por cada 1000 nacimientos. Todos estos cambios producidos de una forma tan rápida han causado una serie de características sociológicas dignas de estudio: la no aceptación del diferente (ya sea por enfermedad, discapacidad, emigración o sexo), exceso de competitividad (suicidios de los estudiantes), una diferencia de clases muy marcada…

De estos temas hablan las tres películas siguientes. Castaway on the Moon (Lee Hey-jun, 2008). ¿Es posible ser un náufrago en una isla, tan solo separada por unas decenas de metros de toda una urbe donde viven millones de personas? Un ejecutivo de una empresa se da cuenta de que no puede afrontar las deudas que tiene, órdenes que no podía cumplir, vejaciones tanto a nivel profesional como a nivel personal. Decide tirarse al río… pero cuando despierte se encontrará en una isla, frente a la sociedad donde vive… pero nadie parece observarle.

Park Chan-wook también analizó lo que significa ser diferente a los demás en su magnífica Soy un Cyborg (2006), donde una joven (la excelente Lim Soo-jung) es internada en un psiquiátrico porque cree que es una cyborg. En el interior del centro descubrirá la cantidad de seres diferentes que hay… y más cuerdos que muchos de los que se encuentran tratándoles.

De la mezcla de un director surcoreano de renombre como Bong Joon-ho y un cómic de ciencia ficción post-apocalíptico tan apasionante y estimulante como Snowpiercer (2012) solamente podíamos esperar un resultado tan eficaz como brillante. Y desde luego la adaptación de este cómic francés a la gran pantalla por parte del realizador de obras maestras incontestables como The Host, Memories of Murder o Mother no deja para nada indiferente. Las diferentes gamas y marcos donde transcurre el grueso del desarrollo argumental remiten a obras de culto instantáneo como Cube, de Vincenzo Natali o El castillo ambulante, de Hayao Miyazaki. La diferencia de clases que se establece en un tren que tiene que rodar de forma continua en un mundo completamente helado, deja la piel de gallina cuando se ven los diferentes espacios donde viven unos y otros —pasajeros del mismo tren—. La prisión, la cola —basada en la imagen de los suburbios que existen en las ciudades—, el suministro de agua, el invernadero, la piscina, la clase, la habitación de invitados y las secciones del motor, con sus diferentes usos y concepciones, en función del viaje del protagonista. Un arca de Noé, versión siglo XXI.

La pandemia, la soledad y la protección de lo que es tuyo

Desde el 8 de enero de 2020 cuando se detectó el primer caso de COVID en Corea del Sur han cambiado mucho las cosas. La sociedad coreana postpandemia se ha vuelto más arraigada a su espacio vital (sus casas, apartamentos). Incluso el cine se ha visto afectado, por un doble motivo: por la acumulación de producciones sin fecha de estreno, y por la bajada de la asistencia de los espectadores a las salas de cine. Las plataformas digitales se han convertido en las grandes aliadas, tanto de las distribuidoras de cine (que han encontrado un lugar donde vender sus contenidos), como para la población (que vive pendiente del próximo estreno ya sea de una película o una serie).

En este entorno no es de extrañar que la primera película a comentar #Alive (Cho Il-hyeong, 2020) se estrenara directamente en la plataforma Netflix. Una película de zombis con un aliciente: los dos protagonistas se encuentran totalmente aislados en sus propias casas, y desde allí prepararán su acción contra los muertos vivientes. Interesante el punto de partida del film: Yoo Ah-in, se encuentra solo en casa —sus padres están fuera de viaje— y se enterará por la televisión de la infección. Solo el hogar es un lugar seguro para poder afrontar esta crisis… Sobre todo, si tienes alimentos para poder permanecer allí.

También Península explora este tema. Desde el momento en el que el director Yeong Sang-ho anunció la continuación de Train to Busan —el blockbuster visto por más de 12 millones de coreanos en 2016—, el aficionado al cine de género aguardaba expectante. Las redes viralizaron cualquier imagen promocional de la película. El primer teaser del film se posicionó como lo más visto por el seguidor del cine asiático y el fantástico en general. Península fue, sin duda, la película coreana más esperada del año 2020. Pero vino la pandemia… Avalada por el sello del Festival de cine de Cannes (un Festival que finalmente no pudo celebrarse), la película se estrenó en las salas de cine de Corea el 15 de julio. Al final, fue vista por 4 millones de espectadores en Corea, que es mucho si contamos con el momento en el que llegó a las salas de cine.

En Península, Yeong Sang-ho retrata al ser humano como el verdadero monstruo. Cuatro años después de la infección acontecida en el epicentro de Seúl, las hordas de zombis se han convertido en el entretenimiento para las bandas que operan a sus anchas en la península coreana. Por otra parte, los refugiados coreanos que han logrado llegar a Hong Kong viven como ciudadanos de segunda, algo así como lo que está sucediendo con muchos inmigrantes en nuestra propia sociedad.

Desde que sorprendiera en 2011 con su opera prima Bleak Night —en la que el director ponía sobre la mesa el acoso escolar y las desigualdades sociales en el sistema educativo de Corea en clave de thriller—, muchos éramos los que esperábamos el nuevo trabajo de su realizador. Se ha hecho esperar, pero después de 9 años Yoon Sung-hyun regresaba en 2020 con Time to Hunt un thriller que plantea un futuro distópico donde Corea se ha convertido en un país deprimido, con calles sucias, pobreza y marginalidad, en el que impera la ley del más fuerte. Vamos, casi un augurio de lo que sucederá hoy día si no cambia el modelo de crecimiento económico en el que el mundo está inmerso. El film, que luce un excelente diseño de producción a la hora de mostrar esa futura Corea, además de emplear todos los recursos del thriller, sabe conectar con el espectador, tanto en la construcción de los personajes, como en la crítica social que plantea. ¿Hacia dónde nos conduce una sociedad hiper capitalista que no se detiene ante las necesidades de su población? Algo que Yoon Sung-hyun ya apuntaba en su primera película, y que no deja de lado en su segunda producción.

La película tras su pase especial en el Festival de Cine de Berlín tenía previsto su estreno en Corea el 26 de febrero de 2020, pero la crisis del COVI19 llevó consigo un aplazamiento en su lanzamiento comercial. Finalmente, la cinta se estrenó el 23 de abril de 2020 en la plataforma Netflix.

Concrete Utopia: la utopía que se convierte en distopía

Este viernes 2 de febrero se estrena Concrete Utopia, la película dirigida por Uhm Tae-hwa que además de convertirse en la cinta seleccionada por Corea del Sur para representarla en los Oscar, ha tenido la capacidad de llevar al cine a más de 4 millones de espectadores —algo importante ya que el público coreano no suele ser un fan de las películas de ciencia ficción—. Un enorme terremoto ha reducido el mundo a escombros. Si bien nadie sabe con certeza hasta dónde se extienden las ruinas, o cuál ha sido la causa del terremoto, en el corazón de Seúl tan solo queda un edificio de apartamentos en pie, los Hwang Gung Apartments.

Una cinta basada en el webcómic Prision Outcast y, en palabras del propio director, y que se centra en una temática fundamental para la sociedad coreana: ‘En la cultura coreana la vivienda o el apartamento ocupa un lugar muy peculiar culturalmente a diferencia de otros países, porque no es solo un hogar, no es una simple vivienda, es patrimonio. Además, en Corea hay muchos conflictos inmobiliarios y, a través de esta complejidad del concepto de vivienda, se llega a una jerarquización de la clase social de la gente que vive en cada tipo de vivienda. Para mí, este aspecto de la sociedad coreana me resulta muy triste.’

Películas centradas en el desastre en sí hay muchas, tanto en Hollywood como en Corea. Uhm Tae-hwa quería mostrar cómo es la sociedad coreana, crear una película distinta. Director y productor tenían esa preocupación por cómo iba a reaccionar el público, si este iba a esperar más acción y no la iba a encontrar. El equipo estuvo muy preocupado por eso y discutieron y reflexionaron sobre este tema, por eso era importantísimo conseguir unos buenos actores que garantizaran el éxito. Algo que se consiguió con Lee Byung-hun (A Bittersweet Life), Park Seo-joon (Parásitos) y Park Bo-young (Scandal Makers), entre otros.

Un reportaje de Enrique Garcelán (CineAsia)

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