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Indie Pinoy: Nuevo cinema en Filipinas. Universidad del País Vasco. 19-27 de Abril

12/04/2012

Bajo este título se presenta un ciclo sobre el cine contemporáneo filipino que aborda cuestiones de historia y crítica fílmica. La industria del cine filipino llegó a ser, durante la segunda mitad del siglo XX, la tercera en producción a escala global, tras Estados Unidos y la India. Perosu historia comienza en 1897, con la presentación del cinematógrafo en Manila en 1897, un año antes de la guerra hispano-norteamericana que puso fin al dominio español. El nuevo poder colonial, la influencia de la incipiente industria de Hollywood y la llegada del sonoro borraron la inicial huella española en el cine filipino.

Si en el caso iberoamericano, la relación de nuestro país con los cines latinoamericanos ha sido activa, fluida y persistente, no lo ha sido así en el caso que aquí nos compete, y el resultado es, un auténtico desconocimiento de la cinematografía filipina, tan cercana en sus inicios y tan lejana en la actualidad. El cine filipino en España (incluso en Europa) ha sido, hasta una fecha bien reciente, sinónimo de un solo director: Lino Brocka. Sin embargo, estamos hablando de una de las grandes (y más desconocidas) cinematografías y que tan sólo hoy, al amparo de lo que conocemos como world cinema (cines del mundo), parece por fin “descubrirse”. En la actualidad, el cine filipino goza de gran popularidad en los circuitos de festivales europeos, y nombres como Brillante Mendoza, Raya Martin o Sherad Anthony Sanchez así lo demuestran.

CineAsia ha colaborado con Juan Guardiola, comisario del ciclo “Indie Pinoy: Nuevo cinema en Filipinas”, con el ánimo de difundir la cinematogafía filipina en el ámbito universitario. El ciclo consta de tres películas, que podrán verse entre el 19 y el 27 de Abril, además de una conferencia que impartirá el mismo Juan Guardiola, comentando todos los detalles de la muestra.

Programa 1: Jueves, 19 de abril. Bizkaia Aretoa. 19:45. Entrada libre

Independencia (Raya Martin, 2009, 77 min)

Hay películas que recuperan la Historia, hay películas que la embalsaman, y hay otras que la suplantan. Las de Raya Martin pertenecen a la tercera categoría: arrancando las imágenes de los agujeros negros donde se esconde el pasado que pudo haber sido y no fue, el joven cineasta filipino busca reconstruir el pasado de su país, y suplantarlo, al menos cinematográficamente. Independencia es la segunda entrega de una trilogía en proceso, en la que cada capítulo corresponde a una de las tres ocupaciones vividas por Filipinas, y donde Martin pone en escena un complejo ejercicio entre la apropiación, el simulacro y la reivindicación política. Recreando el estilo del cine correspondiente a cada uno de los periodos históricos. Martin busca hacer posible un cine que nunca existió. Independencia adopta las formas del cine clásico que Hollywood impuso a la colonia, rodaje en estudio, trípodes, escenarios y paisajes pintados, pero en el que la cámara se dirige al contraplano de aquel cine oficial para filmar lo que nunca apareció en escena: la historia de una familia de indígenas que se refugia en la selva huyendo de la ocupación norteamericana. Lejos de cualquier academicismo, Martin filma desde una conciencia contemporánea, y su intención no es elaborar un fake ni ofrecer al espectador una recreación exacta, sino servirse de algunos códigos visuales para reescribir la historia de una tierra en la que la identidad se ha transmitido en forma de relatos orales, pero nunca con imágenes. Un ejercicio que bordea lo elegíaco, y que esquiva la solemnidad con ironía y ciertas dosis de bella ingenuidad. (Gonzalo de Pedro)

Programa 2: Martes 24 de abril, Cineclub FAS (Salón El Carmen). 19:45

Kinatay (Brillante Mendoza, 2009, 100 min.)

En 2009 el director de origen filipino Brillante Mendoza alcanzó un notable reconocimiento internacional gracias a Kinatay, película con la que logró alzarse con el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes. Nos encontramos ante una película asfixiante, de naturaleza perturbadora, en la que el cineasta se sumerge en los males endémicos que asolan a la sociedad filipina al mismo tiempo que realiza un retrato desolador de la naturaleza humana. Comenzamos nuestro itinerario de día, y seguimos al joven Peping durante la jornada de su boda en un recorrido zigzageante por las calles de Manila, rebosantes de vida, de caótica y frenética actividad diaria. Es momento para la ilusión, para la esperanza de un nuevo camino que comienza (Peping está a punto de licenciarse como policía y espera un hijo de su ahora esposa). Un marco donde todavía tiene sentido la inocencia de la juventud. Pero llega la noche y se tiñe de sombras. Se convierte en el perfecto escenario para actuar con impunidad, para ejercer el mal. Peping acompañará a un comando de policía para completar sus prácticas enla Academia y ahí es cuando se encontrará de bruces con el horror. Sus nuevos compañeros ejercerán la violencia y la extorsión a cambio de dinero, convirtiéndose en una peligrosa mafia callejera que contará con la impunidad del abuso de poder para conseguir sus propósitos. Un descenso a los infiernos, un viaje al corazón de las tinieblas y de la perversión moral, claustrofóbico y asfixiante, en el que el director demuestra un pulso narrativo impecable a la hora de mantener una malsana tensión ambiental, siempre al borde de la náusea, de la arcada emocional como fiel reflejo de los albores del fin de la civilización, que es precisamente lo que parece desprenderse del visionado de la película. Y es que no hay nada más apocalíptico que comprobar la perturbadora capacidad del mal para adueñarse de la especie humana. (CineAsia)

Programa 3: Viernes 27 de abril, Bizkaia Aretoa. 18:00. Entrada libre

Imburnal (Sherad Anthony Sanchez, 2008, 212 min.)

En Imburnal el fondo y la forma convergen de manera radical en sus tres horas y media de duración. Si quedaban dudas, la narración se interrumpe cerca de su ecuador con un fundido en negro con música de casi diez minutos. Luego todos sigue, igual que en la vida. La propuesta estética de Sherad Anthony Sanchez define y también retroalimenta su retrato de la existencia de un grupo de adolescentes. El director transforma con su cámara los suburbios de Davao en un “no espacio”, en un lugar con una bella geografía fantasmal, por el que vagan personajes sin futuro a los que no se concede el sueño de ser millonario. Esto es un espejo de la realidad, en la que no cabe la dulcificada visión de la pobreza que Danny Boyle dio en su oscarizada excursión a la India. La película se compone de una colección de microrrelatos observados desde la distancia e hilvanados (aunque no siempre) por las pericias de dos niños condenados al mismo destino trágico que sus mayores. “No tenemos miedo de mostrar la realidad. Esto es arte”, dice su director. Y esta falta de prejuicios queda patente tanto en la dilatada duración de sus planos secuencia, como en lo que en ellos se ve y se escucha. Son imágenes de una extraña belleza, que se enturbian con la truculencia de las conversaciones –principalmente sobre sexo- y la violencia que habita en esta desoladora instantánea en movimiento. Este planteamiento trajo como consecuencia que Imburnal quedara relegada por su calificación a salas de arte y festivales internacionales. Pero, claro, el arte vivo nunca está exento de estos riesgos. (Fernando Bernal)

Fuentes: CineAsia y Universidad del País Vasco


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