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El cine de Oriente Próximo: Las diferentes cinematografías y sus temáticas más recurrentes

13/02/2019

Sin duda es Irán, dentro de la producción cinematográfica de Oriente Próximo, la más conocida en Occidente al gozar de una mayor repercusión internacional. Directores como Abbas Kiarostami, Jafar Panahi, la familia Mahmalbaf, y más tarde Asgar Farhadi han estrenado sus producciones en festivales como Berlín, Venecia y Cannes. Pero no nos engañemos, estamos hablando de que en los últimos veinte años se han estrenado cerca de veinte títulos iranís en los cines españoles. Si se habla del cine procedente de otros países de Oriente Próximo la cosa no mejora. En lo que va de siglo el público español ha podido ver 7 películas de nacionalidad turca, 6 films israelíes, 4 procedentes de Egipto, y 4 de la cinematografía libanesa. Nada que ver con las más de ochenta películas japonesas que han llegado a nuestro país en el mismo período de tiempo.

El término «Oriente Próximo» (para los europeos) sirve para nombrar un área geográfica, pero no tiene fronteras precisas. La definición (arbitraria) más común incluye: Baréin, Egipto, Irán, Irak, Israel, Jordania, Kuwait, Líbano, Omán, Catar, Arabia Saudí, Siria, Turquía, los Emiratos Árabes Unidos, Yemen y los territorios palestinos. Esta zona geográfica alberga numerosos grupos étnicos, entre ellos amharas, árabes, armenios, egipcios, bereberes, africanos, asirios, drusos, griegos, judíos, arameos, kurdos, maronitas, persas, turcos; a la vez que es también un crisol de religiones. Predomina el islam, los seguidores de fe bahá’í, el zoroastrismo, el judaísmo y la religión cristiana. No es de extrañar, pues, que sea un área de conflicto en el que abunden las guerras civiles, la vulneración de derechos, la desigualdad social y en el que los derechos de las mujeres sigan estando cuestionados. Todas estas problemáticas van a ser recogidas por los cineastas de Oriente Próximo que utilizarán el cine como un instrumento para denunciar la realidad social que les envuelve.

Aunque el cine había llegado al mismo tiempo a todo Oriente Próximo, a principios de siglo XX, ningún país conoció mayor desarrollo que la cinematografía egipcia. De tal modo que en vísperas de la eclosión del llamado nuevo cine árabe (al inicio de los años sesenta), tan sólo Siria, Líbano y hasta cierto punto Irak contaban con una infraestructura como industria de cine y una producción significativa. Y van a ser estos países los encargados de vertebrar la renovación cinematográfica a lo largo de la década de los sesenta y los ochenta.

El cine sirio de los ochenta está claramente dominado por los nombres de Samir Zikra, Usama Mohamed, y, sobre todo, Mohamed Malass. Zirka filmará dos corrosivas visiones de la ineficacia de la burocracia siria, The Half-Meter Incident (1983) y Crónicas del año próximo (1986), donde analiza la vida del país haciendo hincapié en la falta de libertades. Pero sobre todos destaca Mohamed Malass con su deslumbrante Dreams of the City (1984). Lúcida crónica a través de la mirada infantil, la película narra los esfuerzos de una joven viuda por ganarse la vida y mantener a sus hijos en el Damasco de los años cincuenta.

La actividad cinematográfica en el Líbano no dista mucho de la de Siria y Egipto. A mediados de los sesenta, su industria está en plena ebullición, alcanzando en 1966 su máxima producción con diez películas. Se trata de producciones de corte comercial destinadas al consumo interno. La revolución del cine libanés vendrá en la década de los setenta. Una renovación que es debida, por un lado, al profundo impacto de la guerra sobre la actividad cinematográfica, y, por otra parte, a la irrupción de una nueva generación de cineastas formados en el extranjero (Francia, casi siempre). Y será precisamente el ámbito del documental el responsable en gran medida de este nuevo cine en el Líbano. Obras como Lebanon in a Whirlwind (1975) de la realizadora Jocelyn Saab, que describirá el estallido de la guerra civil, la situación de los refugiados palestinos (que alcanzan la cifra de 400.000); o Lebanon in a Whirlwind (1983), centrada en la guerra del Líbano y sus repercusiones sobre la vida cotidiana, son la muestra de un cine anclado en la realidad y que se expresa a través del cinema verité.

Un cine, el libanés que ha alcanzado su mayor penetración en Occidente en los últimos tiempos gracias a dos nombres propios: Ziad Doueri y Nadine Labaki. Veinte años después de filmar su ópera prima West Beirut (1998), considerada como uno de los mejores relatos de la guerra civil libanesa (1975-1990), el director franco-libanés Ziad Doueri vuelve a abordar el conflicto, esta vez, desde sus consecuencias. Inspirada en una anécdota personal del propio director, El Insulto (2017) narra el desencuentro entre Toni, cristiano dueño de un taller mecánico y partidario de las ultraderechistas Fuerzas Libanesas, y Yasser, refugiado palestino capataz de obra que remodela la calle del primero en Beirut. Lo que empieza como una simple disputa banal va creciendo hasta convertirse en un asunto de estado que enfrenta al mundo cristiano con el mundo musulmán. El insulto (2017) se convirtió en la primera película libanesa nominada a los Oscars en la categoría de mejor película de habla no inglesa.

Por otro lado, se encuentra la realizadora de origen libanés Nadine Labaki. Ejemplo de cómo la mujer ha escalado dentro de la industria nacional. Con la guerra civil como telón de fondo de su infancia y adolescencia, Nadine Labaki se forma en el propio país, a diferencia de gran parte de sus colegas. Su paso por el Festival de Cannes la llevará a rodar su ópera prima, Caramel (2007) que presenta en la Quincena de Realizadores, y donde se centra en el microcosmos formado por un grupo de mujeres en un salón de belleza de Beirut. Utilizando la comedia, la música, y un cierto toque de realismo mágico, la película es vendida a más de 60 países tras su paso por Cannes. En 2011 regresará con Y ahora a dónde vamos, en el que Labaki afronta el tema espinoso de la convivencia entre cristianos y musulmanes, pero con sus propias armas: el sentido del humor y la música.

Cafarnaúm (2018) es la última de las producciones de Oriente Próximo que se estrena en nuestra cartelera. Al tiempo que compite en los Oscars, siendo la segunda película libanesa que lo consigue.

Un reportaje de Enrique Garcelán

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