Los años 70 son conocidos como los años oscuros del cine coreano debido, en gran medida, al régimen militar impuesto por el gobierno, lo que conllevaba una constante intromisión del estamento gubernamental en la industria cinematográfica, que prácticamente destruyó la robusta cultura del cine que creció durante los años 60. Este hecho podemos verlo comparando dos cifras: mientras que en 1970 el número de películas producidas en Corea del Sur era un total de 209, este número se redujo a más de la mitad, siendo el total de films en 1979 de 96.
La escasa libertad que los directores de cine disponían, unido al hecho de una gran emigración de espectadores que pasaron de ir al cine a quedarse en sus casas viendo la televisión (la primera cadena nacional de Corea se fundó a finales del año 69), provocó que muchos de los films estrenados fueran exclusivamente de propaganda a favor del régimen militar impuesto. Las películas que conseguían estrenarse con contenidos no propagandísticos pero más ‘serios’ podían ser sujetas a recortar su metraje hasta donde el censor considerara oportuno. Además, se instauró la Quality Films Records System (1973, una revisión dela Ley del Cine del régimen anterior), que apoyaba y privilegiaba a aquellas compañías que produjeran “cine de calidad” (y ya podemos entender todos a qué se refería: la promoción de la identidad nacional y las ideas del régimen). Películas donde las tradiciones coreanas eran el centro del argumento, películas donde se debatía la disyuntiva entre tradición y modernización, entre campo y ciudad, etc. eran las que ocupaban la cartelera y eran las que se consideraban modelos de exportación para el gobierno, quien quería que los ‘extranjeros’ aprendieran qué era Corea del Sur.
Cuando el FEFF anunciaba a principios de año la inclusión de la retrospectiva: “La Década Oscura: Directores coreanos de los años 70” en la programación, ésta se convirtió en uno de nuestros objetivos del festival. Una selección de diez títulos, muchos de ellos inéditos para el espectador y que no contaban tan siquiera con una edición en DVD para ser rescatados, coordinada por un estudioso del cine coreano como es Darcy Paquet, es una excelente noticia para cualquier aficionado al cine coreano, y por extensión al cine asiático en general. Tras siete días de Festival, al final hemos podido disfrutar de 5 de los títulos presentes en la muestra. Sin lugar a dudas, una de los principales logros de Udine 2012.
Con Pollen (Ha Kil-chong, 1972) nos estrenamos en la retrospectiva sobre cine coreano. Una película que generó una enorme crítica en su país, tanto por la nueva gramática narrativa que le imprimió su director, como por la temática de la misma. Basada en la novela de Lee Hyo-seok publicada en 1939, la película explora la vida de un hombre de negocios que vive en las afueras de Seúl, en una casa significativamente llamada “La Casa Azul” (una referencia a la Casa presidencial), junto a su amante y la hermana menor de ésta. La llegada a la casa del joven secretario del señor (que además de ayudarle profesionalmente, también le sirve de ocasional amante) servirá de desencadenante de la acción. Emparentada con el film de Pier Paolo Passollini, Teorema (1968), Pollen, sin embargo tiene vida propia, y pone de manifiesto que muchas veces la censura, es superada con creces por la pericia de los directores.
Chamanismo, desapariciones, extraños ritos y una isla maldita se conjugan en Iodo (Kim Ki-young, 1977), esta fantástica y primigenia obra del terror coreano. Iodo transcurre en una isla al sur de la costa de Corea habitada por mujeres que viven del mar, y cuya vida se desarrolla de “acuerdo a las más antiguas tradiciones”. Alejada de las modernas influencias del continente, la isla sigue su curso indiferente al resto de la sociedad y bajo la influencia del chamán local, la cual ejerce un gran poder. Cuando un nativo de la isla, que había vivido en el continente, desaparece misteriosamente, un periodista y un hombre de negocios acusado de la muerte de aquél, llegarán a la isla para descubrir el motivo del crimen y el pasado del joven cuya familia lleva maldita desde hace generaciones. Nacido en Seúl en 1922, Kim Ki-young es uno de los padres del cine coreano actual, una de las raíces para muchos de los jóvenes realizadores coreanos de hoy en día. Perfeccionista y minucioso, Kim Ki-young trabajó durante una época difícil, económica y políticamente para su país, y se atrevió con temas que muchas veces le costaron la censura y desconfianza de las autoridades. Con un estilo narrativo un tanto alejado de los parámetros cinematográficos a que estamos acostumbrados, y especialmente interesado por el género femenino, nos presenta una imagen de la mujer a la vez timorata y carnívora de la misma.
Flame (Yu Hyun-mok, 1975) cierra nuestro repaso a los films proyectados en la retrospectiva de cine coreano. Más conocido por Aimless Bullet (el Ciudadano Kane de la cinematografía coreana), una obra arriesgada sobre las secuelas de la guerra en la población civil que fue retirada de circulación por la censura durante varios años, y que gira entorno a la vida miserable de una familia emigrada de su Corea del Norte natal a la del Sur a consecuencia de la división territorial, el director Yu Hyung-mok experimenta en Flame con el lenguaje cinematográfico, de la misma manera que lo haría años más tarde Lee Chang-dong en su film Peppermint Candy. Un hombre herido vaga entre las montañas, empuñando un rifle. Da la sensación de ser un fugitivo, pero también parece que está persiguiendo a alguien. El descubrimiento de una caverna en la que se interna, permitirá que sus recuerdos, que le han perseguido a lo largo de toda su vida, afloren. Mientras veíamos la película en la sala de prensa del FEFF (no pudimos verla en la sala, ya que por fechas, nos iba a ser imposible), ni siquiera el problema de que careciera de cualquier tipo de subtítulo, fue un obstáculo para disfrutar de la narrativa empleada por el director para hacer un repaso de los inicios del siglo XX coreano: desde la ocupación japonesa (que se alargaría hasta el final de la 2ª Guerra Mundial) ala Guerra de Corea. ¡Imprescindible!
Un festival siempre tiene perlas escondidas en su interior. Aquellas películas que a priori no levantaban grandes expectativas, pero que finalmente se revelan como piezas claves de la programación. Ahí van las nuestras:
Song of Silence (Chen Zuo, 2012), haciéndose eco de su nombre, llegó sin apenas hacer ruido una tarde de lunes a las 20:00 horas al Auditorio del Teatro Nuovo en Udine. La acompañaban su director, y parte del equipo artístico (sus dos actrices, excelentes ambas, y uno de los protagonistas). Este film independiente chino nos devolvió el eco de una de las grandes sorpresas del año anterior, la también china Buddha Mountain (ganadora de la primera edición del Casa Asia Film Week). La historia de una adolescente sordomuda, que vive junto a su abuelo en un pueblo pesquero, mientras su padre intenta rehacer su vida con una joven que finalmente acaba embarazada, sirve al director para pintar un lienzo que nos habla de la estructura familiar enla China contemporánea. De pequeñas historias que superan con creces la inmensidad del lugar donde han sido rodadas. Sin duda, una de las mejores películas del festival.
La también china One Mile Above (Du Jiayi, 2012) podría incluirse en este apartado, aunque causó división de opiniones en la delegación española tras su pase en el Festival. Sin alcanzar los niveles de Song of Silence, esta road movie nos transportará desde Lijiang (una pequeña ciudad en la provincia de Yunan) hasta la población de Lhasa en el Tibet. Un viaje a la par interior y a la par geográfico que vive el joven protagonista, en un intento por completar el viaje que su hermano muerto no pudo hacer.
Avalada por su proyección en el Terracotta Film Festival, en parte por las risas que había despertado en el público asistente, acudimos a la proyección de la japonesa The Woodsman and the Rain (Shuichi Okita, 2012). Con la presencia de Koji Yakusho (Hara Kiri) y Shun Oguri (Crows) que demuestran ser dos de los actores japoneses, con el permiso de Hiroshi Abe, más versátiles del momento, el film es un claro ejemplo de cómo construir una historia a partir de un hecho simple: la llegada del rodaje de una película de zombies a un pueblo maderero, perdido en el interior de Japón. ¿Comedia o drama? La película arranca con el primer encuentro entre Koji Yakusho (el leñador más disciplinado del lugar) y uno de los ayudantes de producción del film. La sonrisa se insinúa a lo largo de su conversación. Una sonrisa que no dejará de aparecer a lo largo del metraje (a veces convertida en sonora carcajada), a pesar de que el espectador es consciente en todo momento de que el hilo argumental no es tan efímero como lo es una sonrisa. A descubrir.
Y por último hay que hablar de las dos propuestas filipinas seleccionadas por el FEFF: dos primeros platos para cualquier festival que se precie. The Woman in the Septic Tank (Marlon N. Rivera, 2012) se ha convertido en uno de los éxitos más importantes de un film independiente filipino. Puede entenderse como el reverso tenebroso de un gran número de film independientes realizados en su país (por nombres como Brillante Mendoza o Lav Diaz), a la búsqueda de competir en Festivales internacionales a base de mostrar las penurias y dificultades por las que atraviesa Filipinas. El argumento lo deja claro: tres jóvenes recién graduados aspiran a colocar su primera película en uno de los más prestigiosos festivales del mundo, y por qué no, hacerse con un Óscar. La mejor manera de conseguirlo es internar la cámara en una zona de chabolas de Manila. El resto es fácil. Fresca, imaginativa, irreverente, el film de Marion Rivera es una apuesta ganadora.
El falso documental 6 Degrees of Separation From Lila Cuntapay, sería un excelente ejercicio de estilo para cualquier alumno de una escuela de cine, cuyo objetivo sea convertirse en documentalista. Pocos son los filipinos que conocen a Lila, una de las grandes reinas del terror en su país, ya que ha participado como extra y personaje secundario en una infinidad de films fantásticos (de la serie Shake Rattle & Roll a Aswang). Sin embargo, muchos son los que recuerdan sus apariciones: ese fantasma que causa el terror nada más levantar la mirada. La directora Antoniette H. Jadaone juega entre la realidad y la ficción, para presentarnos ala Lila real o no, quién sabe, esa anciana que vive en un perdido pueblo pero que no renuncia a su amor por el cine. Ese amor que la hace levantarse a las cinco de la mañana, acudir a un rodaje, y no saber bien cuándo le tocará el turno a su personaje de salir en pantalla.
¡Ciao Udine! Nos veremos el año que viene.
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