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Woochi: Magia y acción en la Seúl moderna

10/10/2010

De nuestro colaborador Jordi Codó
Tercera película coreana más exitosa del año pasado, Woochi llegó a competir con fuerza en la cartelera ni más ni menos que con Avatar de James Cameron. No fue una sorpresa, pues se trataba de una película esperada y largamente anticipada, una superproducción en toda regla en cuanto a presupuesto y casting; su director, Choi Dong-hun, es bien conocido por ingeniosos y bien acabados títulos como The Big Swindle (2004) y, sobre todo, Tazza, que ya batió registros en 2006; mientras que su apuesta por el entretenimiento la convierte en un caramelo para el gran público.
Vagamente inspirada en leyendas folklóricas, cuenta la lucha del aprendiz de mago Jeon Woochi –un antihéroe socarrón y mujeriego– contra los monstruosos duendes que habitan el mundo, y su afán por conquistar el corazón de una bella mujer. Ambas batallas se libran a través del tiempo, des de un pasado remoto hasta la actualidad (un giro de la trama quizás no original, pero sí efectivo a la hora de impulsar el interés de la historia), con lo que Woochi mezcla The Restless (Jo Dong-oh, 2006) con Arahan (Ryoo Seung-wan, 2004), huyendo de la reiteración genérica, y sale una comedia aparejada con el romance, acción salpimentada con aventura y fantasía, y wire fu enredado con CGI. El potaje no empacha porque todos sus ingredientes son ligeros. Su humor es cínico pero sin mala leche, su acción es poco cruenta y no excesivamente coreografiada, y su uso de efectos especiales es limitado. No es cine familiar si lo entendemos como infantil (sus protagonistas no son precisamente ejemplos a seguir), pero no hay duda de que se trata de una cinta amable para la degustación de variopintos paladares.
Película inquieta, algo acelerada al comienzo, quizás por las ganas de llegar al meollo de la acción. Se echa de menos algo más de riesgo en lo formal (tal vez por las referencias de su director), y unos personajes más cercanos, aunque son lo suficientemente bastardos como para resultar entrañables. En cualquier caso, asegura decentes dosis de diversión.
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