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Verano de una familia de Tokio: Tora-san 2.0

07/04/2018

En 1953, mientras Yasujiro Ozu rodaba una de las obras más universales que ha dado la cinematografía japonesa, un joven de 21 años recién llegado a la Shoichiku, encaraba su primer proyecto como asistente de dirección. Maestro y alumno coincidieron durante el rodaje de Cuentos de Tokio (1953), dando inicio a una amistad que conservarían a lo largo de su vida. El joven, que poco después se convertiría en director, rendiría homenaje a su maestro regresando a los personajes que inmortalizara Ozu en su obra maestra, rodando en 2013 Una familia de Tokio.

Tras el estreno de Una familia de Tokio (2013), a Yoji Yamada no se le escapó el hecho de que los personajes que había creado podían servir de base para cimentar una saga cinematográfica. No es casualidad que Yamada sea el responsable de la saga más duradera del estudio Shochiku: las 48 entregas de la serie de Tora-san, rodadas de 1969 a 1995, no solo establecieron un récord Guinness, sino que consiguieron una excelente recaudación para su productora.

¿Conclusión…? Acababa de nacer una nueva saga. A Una familia de Tokio le seguiría Maravillosa familia de Tokio en 2016. Un año más tarde vendría Verano de una familia de Tokio (2017), a la espera del estreno el próximo mes de mayo en los cines japoneses de la tercera parte What a Wonderful Family! 3: My Wife, My Life (2018).

Han pasado varios años desde que la abuela Tomiko le pidiera el divorcio a su algo despistado marido Shuzo. Tras esta primera crisis, una nueva aventura le aguarda a la familia nipona, cuando el hijo mayor, Konosuke, constata que va siendo hora de que su padre deje de conducir. La trama se complicará cuando un nuevo personaje reaparezca en la vida del testarudo, divertido y por momentos grotesco, abuelo Tomiko. Este es, a grandes trazos, el argumento de la nueva entrega de Yoji Yamada. A primera vista la película tiene una desventaja con respecto a su antecesora: el punto de partida no es tan “interesante” para el espectador. De un divorcio pasamos a un problema doméstico con el coche. Y si bien es cierto que durante la primera parte de la película este hecho lastra el desarrollo de la trama, la irrupción de un nuevo personaje en juego dará un giro del que se beneficia la película.

Existe también un obstáculo aún mayor. Aquello que juega a favor para el público japonés, la popularidad de los actores que intervienen en la saga, lo hace en contra en nuestro país, donde el espectador no goza de estas referencias. Isao Hashizume, que da vida al abuelo gruñón, lleva en la industria del cine desde los años 60, rodando a las órdenes de directores como Juzo Itami, Hirkazu Kore-eda o Hayao Miyazaki; y la actriz Kazuko Yoshiyuki, con más de cincuenta títulos de carrera, es venerada por público japonés, destacando sus papeles en Despedidas, Glory to the Filmmaker!, o Ponyo, en el acantilado.

Muchas veces es cuestión de expectativas. Si alguien espera que Verano de una familia de Tokio, sea una película costumbrista, exquisita en su desarrollo, con ecos del cine de Ozu, tiene un problema. La película que, en su título original japonés, 家族はつらいよ (Kazoku wa tsurai yo) puede traducirse como Qué dura es la familia, está más emparentada con la saga de Tora-san. Una comedia donde los actores priman por encima del argumento, con un toque dramático, pero que rehúye de lo trascendental.

Eso sí, como le den cuerda a Yoji Yamada, todavía le queda fuelle para brindarnos unas cuantas continuaciones más. Sin duda, una buena noticia.

Una crítica de Enrique Garcelán

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