No es habitual que un pinku eiga, una película erótica japonesa, tenga la repercusión mediática que ha tenido la producción germano-japonesa Underwater Love. Los días dorados del género hace tiempo que quedaron atrás, y aunque su producción de películas sigue funcionando, no llegan tan fácilmente a tener un pase en un festival respetado. La clave de todo esto es un nombre, el de Christopher Doyle. Desde que se supo que el director de fotografía colaborador habitual de Wong Kar-Wai iba a encargarse de ese apartado en esta película, las novedades sobre el estado del film aparecían continuamente. Si a esto le añadimos el factor que supone que se trate de un musical con banda sonora del grupo alemán Stereo Total, y que lo protagoniza un kappa (un monstruo tradicional japonés, con caparazón de tortuga) caracterizado por los efectos de Yoshihiro «Tokyo Gore Police» Nishimura, es normal que el público comience a sentirse atraído por este divertimento erótico-musical.
Asuka parece que tiene la vida resuelta, con su trabajo en una empresa de pescado, y su próxima boda con su prometido, su jefe. Pero un día, caminando por la ribera del río, ve a un kappa, una criatura legendaria en forma humana, pero con pico de ave y caparazón de tortuga. No solo eso, sino que lo reconoce: se trata de Aoki, un antiguo compañero del colegio, que se hundió en ese río a los 17 años. Asuka decide esconder a Aoki del resto -especialmente de su novio- y comienza a tener dudas sobre su futuro.
Está claro que ésta no es una película en absoluto convencional: un film supuestamente erótico (sexo hay) con un kappa por protagonista, otros personajes de lo más curiosos, y entre medio números musicales con bailes más o menos graciosos. Pero para ser tan poco convencional, se las ingenia muy bien para divertir al espectador: tener una historia que aunque sea bizarra está bien estructurada, y aunque falle en el propósito de «encender motores» eróticamente hablando, el film es una propuesta de lo más interesante; verla resulta ser desde luego toda una experiencia. El punto de partida es descabellado, y más que se vuelve según avanza la historia, pero el sustrato no dejan de ser los sentimientos, la inseguridad de la protagonista cuando vuelve un fantasma del pasado, aunque sea en forma de kappa. El director Shinji Imaoka se las arregla para que la película tenga una trama dramática y romántico-sexual, pero convertida en comedia musical, y que funcione. Es curioso cómo consigue que uno se acabe tomando medianamente en serio los sentimientos de un kappa, pero así es.
La fotografía de Christopher Doyle no luce como en otras ocasiones, lógicamente, la película no tiene demasiado presupuesto y el rodaje duró cinco días y medio, además de contar sólo con una toma posible: todo tenía que salir a la primera. Teniendo en cuenta eso, Doyle hace un buen trabajo, dándole su toque personal de colores pastel a la película, que luce especialmente en las escenas con verde de por medio. El otro elemento importante son las canciones de Stereo Total, que cantan en japonés todas ellas. Las letras suelen ser simples y la música pegadiza, y de alguna manera logra encajar perfectamente con el espíritu ‘naif’ de la protagonista, y en cierta manera de la cinta. Pero seguramente el elemento que más pueda sorprender es el de los efectos especiales de Yoshihiro Nishimura. La caracterización del kappa no esconde el poco presupuesto de la película, y consigue ser simpática y chapucera al mismo tiempo: pero se guarda el «arma secreta» (nunca mejor dicho, ya veréis), para las escenas más subidas de tono. Provoca una sonrisa sí, o sí.
Shinji Imaoka es, seguramente junto a Takahisa Zeze, de los directores más respetados por la crítica dentro de los que se mantienen haciendo pinku eiga, y viendo Underwater Love está claro que es un excelente director, y que el hecho de que haya escenas de sexo más explícitas de lo habitual en el cine comercial japonés (que rayan la nada, el nivel de esta película sería una «S») no implica que su calidad sea en absoluto menor.
Underwater Love es simplemente perfecta para una divertida sesión de medianoche.
Por nuestros colaboradores de El Pozo de Sadako