El pasado mes de noviembre, París ha acogido una nueva edición de Kinotayo, el festival de cine japonés contemporáneo. Con 12 ediciones ya a sus espaldas, el Festival tiene como principal objetivo fortalecer los lazos culturales entre Japón y Francia, dando al público galo la posibilidad de explorar la sociedad nipona a través de las miradas de sus más destacados cineastas.
Mediante el diálogo intercultural, Kinotayo selecciona cada año unas diez películas, realizadas todas ellas durante los últimos 18 meses. Kinotayo ofrece películas inéditas en Francia, creando así una oportunidad única para que los aficionados franceses puedan disfrutar del cine japonés más actual.
Una cuidada selección, con la que el festival pretende reflejar la gran variedad del cine nipón, proyectando películas y cortos, tanto de ficción como documentales. Sus piezas son de géneros y temáticas muy diversas. Destacan este año producciones como Perfect Revolution, de Jumpei Matsumoto, cinta que recoge las historias de personas con discapacidades físicas y mentales; o Close-Knit, de Naoko Ogigami, película que pone de relieve las dificultades a las que se enfrentan los transexuales. Del mismo modo, obras como Side Job, de Ryuichi Hiroki, y Trace of Breath, de Haruka Komori, se centran en las problemáticas a las que han tenido que hacer frente los habitantes de distintas áreas de Japón tras el catastrófico tsunami que asoló el país en 2011.
Kiyoji Katakawa, presidente de la asociación Kinotayo, destaca la proyección en el festival de cuatro películas dirigidas por mujeres, lo que supone una mejora significativa respecto a la presencia de directoras femeninas en las ediciones anteriores. De hecho, Katakawa ha alabado la voluntad de Kinotayo de ser una representación realmente inclusiva del cine japonés.
Es precisamente Trace of Breath, obra de la directora Haruka Komori, la que protagonizó la ceremonia de inauguración de esta 12ª edición del festival en la Maison de la culture du Japon. Graduada en la Escuela de Cine de Tokio, el compromiso artístico de Komori pasa por socorrer a la población perjudicada por el terremoto y consiguiente tsunami del 11 de marzo de 2011. Cuatro años más tarde, decide mudarse a Sendai, la ciudad más grande de la región afectada por la catástrofe. Allí funda la asociación NOOK para la transmisión de la memoria y realiza, también, su primer largometraje, el documental Trace of Breath.
Haruka Komori se instala en la prefactura de Miyagi. Durante tres años y ocho meses documenta la vida y la evolución de los habitantes de Rikuzentakata tras el desastre. La figura principal y motor de la película es Teiichi Sato, un vendedor de semillas que posee una pequeña tienda al lado de la carretera en Rikuzentakata. Sato perdió su casa y negocio en el tsunami, teniendo que reconstruir su vida desde cero tras la catástrofe. Aunque muestra un carácter risueño y optimista, aborda sin complejos su vulnerabilidad a la hora de intentar superar el trauma. Es por ello que decide escribir un libro para lidiar con su pena, contar la historia de las víctimas, y hablar sobre los tsunamis como simples fenómenos naturales. Pero, sobretodo, manteniendo la voluntad de “plantar semillas de esperanza en el corazón de la gente”.
Komori nos enseña el día a día de Teiichi Sato cámara en mano, siguiéndolo allá donde va, pareciendo casi una extensión de su persona. La falta de recursos en el proceso de creación se percibe ligeramente en el corte final de la película, cuyos planos son a veces demasiado largos. De todas formas, la directora logra mostrar una aparente normalidad en la vida de los habitantes de Rikuzentakata, quienes siguen tratando de reconstruir su ciudad en mitad de un paisaje devastado. La directora retrata a través de Sato la voluntad de un pueblo que, lejos de abnegarse, decide sobreponerse a la catástrofe abrazando el optimismo. Esta mirada íntima a las vidas de las víctimas del tsunami, le ha valido el reconocimiento del Festival Kinotayo, que ha otorgado a Trace of Breath el Premio del Jurado 2017.
un reportaje de Claudia Montes desde París