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Semana de Cine de Hong Kong: The Drunkard (2010)

21/03/2012

Ficha Técnica: Título original: Jiu Tu País: Hong Kong Año: 2010 Director: Freddie Wong Kwok-siu Duración: 106 mins Género: Drama nostálgico Intérpretes: Chang Kuo-chu, Irene Wan, Wei Wei, Joman Chiang

Nos encontramos ante una obra atípica en la cinematografía hongkonesa (una más en los tiempos que corren), que bascula entre la independencia genérica a la que normalmente se adhieren la mayoría de cintas procedentes de la ex-colonia británica y ese sabor vintage que tan de moda se ha puesto en los últimos años (y más sabiendo que la trama se ubica en el Hong Kong de los años 60). Las imágenes destilan un aire retro al igual que su protagonista principal: un escritor de mediana edad que se mantiene despierto entre el alcohol que ingiere de forma desmesurada diariamente y las distintas féminas que lo adoran por sus locuaces discursos nihilistas. Un ser individualista que necesita de sus amantes para poder pagar sus facturas, del mismo modo que su mente necesita bañarse en bebidas etílicas para poder unir un par de líneas de forma coherente (valga la incoherencia). Un ser patético que aspira a convertirse en un reconocido escritor de vanguardia, pero que para mantener su vicio (bebida, clubes de alterne y tabaco) no le queda más remedio que conformarse escribiendo literatura pulp y relatos eróticos (a pesar de que en su fuero interno le duela). Un burgués impostado que mentalmente vive a medio camino entre el Hong Kong cosmopolita de la época y su Shangai natal (atormentándole siempre aspectos que le marcaron de jovencito, como la invasión nipona de la Segunda Guerra Mundial), y que se siente algo decepcionado por la modernidad imperante en una sociedad que ha evolucionado de forma capitalista (a pesar de adorar a los grandes clásicos de la literatura universal y pedir siempre por sus manuscritos más dinero de lo que realmente valen). Un hombre contradictorio, cuyo hígado funciona igual que su cerebro: como una esponja para ahogar sus frustraciones ante el miserable camino que ha escogido en la vida. Un ser que se rebaja ante los gustos de la plebe de la época, coqueteando incluso con la industria cinematográfica al firmar algún que otro guión, que por otro lado nunca verá retribuido económicamente. Un perdedor que, a pesar de su enfermedad, mantiene una integridad propia de su edad, prefiriendo sumergirse en el goce de la lectura antes que caer en las tentativas sexuales de una jovencita con síndrome de lolita (interpretada por una mesuradísima y preciosa Joman Chiang).

Puro etilismo literario filmado con una elegancia y una perfección milimétrica, cuya belleza visual viene remarcada por unos fotogramas ahumados, por esa humareda que aspira este escritor frustrado y por los neones de un período que se asemeja como espléndido a nivel idealista. Y es precisamente este idealismo el que conlleva que nos enamoremos de este personaje que interpreta Chang Kuo-Chu: ¿cuántas veces los que hemos optado por seguir una vida literaria no hemos experimentado esas sensaciones que emergen del interior de este prosista que, entre copa y copa, nos brinda algunas reflexiones en forma de cortas sentencias o alegatos poéticos, y que nos han hecho replantear si vale la pena o no seguir adelante con la profesión de literato? Ya dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y en el caso de alguien que cultiva la ficción literaria esta máxima se amplifica, por lo que nuestro antihéroe decide seguir consumiendo cantidades perjudiciales de alcohol y revistiendo su mundo interior con manuscritos sin demasiada trascendencia mediática. Son los dos estímulos que lo mantienen vivo. Y en este aspecto el filme se digiere de forma cíclica: si uno espera que la actitud y la suerte del señor Lau dé un tumbo lo suficientemente exponencial como para provocarle un cambio substancial en su modus vivendi, está muy equivocado. De hecho, toda la película está prácticamente construida a través de esas secuencias que nos muestran los vaivenes que efectúa entre los locales de ocio nocturno y las estancias con sus amantes, dejando para la anécdota un puñado de escenas en las que se muestran los enfrentamientos que protagoniza con sus editores, las pugnas literarias con un colega elitista y las distintas mudanzas que efectúa en un breve período de tiempo (algunas de ellas ni forman parte de la unidad secuencial). En este aspecto, algunos puede que vean ciertas similitudes entre la manera en que están planteadas algunas resoluciones escenográficas (por ejemplo, el montaje en paralelo en que Mr. Lau, sentado en una mesa, observa cómo se contonea una de sus musas, al tiempo que una tarántula intenta escapar de una asfixia asegurada dentro de un vaso, a ritmo de música sensual; o las idas y venidas desde el bloque de apartamentos destartalados hacia los tugurios del placer) y el estilo idiosincrásico de Wong Kar-Wai (sobretodo el de Happy Together y Deseando Amar).

Casualmente, The Drunkard está basada en la homónima novela publicada en 1962 por Liu Yi-Chang, novelista chino que influenció decisivamente en la mente creativa de Kar-Wai para confeccionar sus esteticistas producciones con sabor añejo (y como tal hemos de remitirnos a Deseando Amar, ubicada también en la década de los 60 y en la que un entonado Tony Leung Chiu-Wai encarnaba a un periodista perdido en sus fantasías literarias y amorosas…). Asimismo, significa el debut cinematográfico de Freddie Wong, un realizador del que nunca habíamos oído hablar pero que respira un aire continuista con esa generación afín a la renovación temática y estilística de la industria hongkonesa, demostrando que un nuevo modelo de producción es rentable en esta ciudad asiática de las finanzas. Para ello utiliza un ritmo pausado, un tempo medio para poder desarrollar todas las emborrachadas elucubraciones mentales surgidas de la frustración cíclica en la que está inmerso el alcoholizado escritor. Y para poder recrear este mundo etílico en el que se ve atrapado, se necesitaba de un diseño artístico que pudiera recrear estas texturas enajenadas, emborronadas, teñidas por licores de nombre impronunciable. Para ello se apoya del talentoso Yank Wong (diseñador artístico de la sorprendente Jiang Hu) y de la cinematografía ebria de Henry Chung (por cierto, un apunte fotográfico: se insertan algunos documentos gráficos de la época, en los que se puede apreciar la evolutiva ascendencia vertical de la ciudad).

En definitiva, estamos ante un ejercicio nostálgico que confirma lo que ya viene intuyéndose con otros dramas o cintas costumbristas: que otro tipo de cine es viable en la industria de la ex-colonia británica, apartado de los grandes blockbusters de acción, de las cintas de triadas o de la clónica comedia cantonesa. Un ejercicio tendencioso que deja una buena herencia fílmica para todos aquellos futuros cineastas que pretendan reinterpretar esos años previos a la vorágine económica de finales de los 80; esa pujanza que situó a la ciudad de Hong Kong en el punto de mira internacional, más allá de las cintas de artes marciales con las que este escritor ficticio intenta sacarse un sobresueldo para seguir disfrutando del placer de la bebida.

Lo mejor: La elegancia con la que está filmada, la música (por momentos incidental) de Da Jamz (con un opening y ending musical peligrosamente parecidos al leit motiv central que aparece en el filme The Sparrow de Johnnie To) y la minuciosa interpretación de Chang Kuo-Chu.

Lo peor: Que tanto formalmente como estéticamente se la compare con el cine de Wong Kar-Wai

Valoración: 8/10

Proyección: Viernes, 23 de marzo de 2012 – 22.30 h The Drunkard (106 ‘) 2010, Freddie Wong, VOSE

Más información: Semana de Cine de Hong Kong

Por nuestro coclaborador Eduard Terrades Vicens

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