Más allá de haber ganado el Oscar por Father and Daughter, a los amantes del cine animado tal vez les suene el nombre de Dudok de Wit por Heavy Metal (1981). En esta obra de culto de la animación europea, en el que se adaptaban un puñado de historietas extraídas de la mítica revista de ciencia ficción “Métal Hurlant”, el realizador holandés trabajaba en tareas de animador, una labor que prolongaría a lo largo de su carrera profesional como publicista y que consolidaría con Fantasia 2000 (1999). Es decir, Dudok de Wit no es ningún desconocido, a pesar de que una inmensa mayoría desconocían su obra hasta la irrupción de La tortuga roja. Su visión personal y espiritual del mundo se recopilaría en un conjunto de 4 cortos, de argumentos distintos pero temática parecida, en el que el crecimiento personal de uno mismo, y la evolución y maduración del individuo en un mundo deshumanizado se convierten en el motor de su discurso.
El más evidente es el cortometraje multipremiado Father and Daughter, una pieza algo triste donde una niña espera en la orilla de un embarcadero, y al final de cada jornada, el regreso de su padre, después de que un día partiese y nunca regresase con su barca. Los años transcurren y esa niña crece, se hace mayor y envejece, del mismo modo el lago en el que presumiblemente su padre desapareció se deseca por culpa del cambio climático, y en un intento por averiguar que ocurrió, esa hija que nunca ha perdido la esperanza se adentra en esas tierras que un día estaban cubiertas por un gran pantano y halla una revelación. Y un rencuentro. Esa reunión espiritual es la que cautivó a Takahata, Miyazaki y Suzuki; también a la crítica y los espectadores, pues además de ganar un Oscar, se llevó el gran premio del prestigioso Festival de Animación de la ciudad de Annecy.
Sin embargo, la trayectoria que ha seguido Dudok de Wit es mucho más dilatada y agitada de lo expuesto. Este neerlandés nacido en 1953 en la pequeña villa de Abcoude (provincia de Utrecht, en los Países Bajos) se ha convertido en todo un animador nómada al trabajar en distintos países. De pequeño ya demostraba su don por el dibujo, y después de terminar su educación secundaria en los Países Bajos, se mudó a Ginebra para proseguir sus estudios en la Escuela de Bellas Artes. En 1978, se graduó en el West Surrey College of Art (ahora la Universidad de las Artes Creativas) con su primera película The Interview. Después de trabajar durante un año en Barcelona, se instaló en Londres. Poco a poco consiguió entrar en la industria como animador; más tarde puso su talento al servicio de la publicidad (cinco anuncios para la compañía telefonía estadounidense AT&T, uno para la American Airlines, otro para la Lotería Nacional irlandesa…).
En 1992, presenta el cortometraje Tom Sweep, en el que un basurero intenta hacer su trabajo dignamente mientras varios transeúntes le ponen todo tipo de trabas. Sencillo, exquisito y con un punto irónico. Con una duración de tan sólo 3 minutos y realizado con acuarelas y tinta china, asienta su estilo que cultivaría de ahora en adelante. De hecho, prolonga y mejora su arte en 1994 con el cortometraje Le Moine et le Poisson, producido como parte de la cátedra del estudio Folimage en Valence (Francia). De Wit propone una divertida historia de un pez que habita en la balsa del monasterio y que altera el retiro espiritual de un monje de clausura. La película ganó un César como mejor corto del año 1996, fue nominada a un Oscar e hizo un recorrido por distintos festivales, y sigue siendo toda una referencia para el cine de animación europeo.
Sus tareas de animador las compagina con la escritura e ilustración de libros ilustrados para público infantil, además de enseñar animación en colegios de arte en Inglaterra y en el extranjero. Parece que Dudok de Wit, del mismo modo que sus personajes que moldea, crece a nivel personal con cada trabajo en el que deposita todo su saber y esfuerzo. Si Ghibli ha confiado en él es porque sabe que tarde o temprano entrará en los anales de la historia del cine animado. El tiempo lo dirá. Por el momento, podéis acudir a ver la preciosista La tortuga roja y recuperar alguno de sus cortos, una manera de acercarse al microcosmos de un visionario con una sensibilidad excepcional.
Un reportaje de Eduard T.Vicens