Vaya por delante que mi relación con el cine de Hong Sangsoo no ha sido de ‘amor a primera vista’. Desde que inicié su trayectoria con The Day a Pig Fell Into the Well (1996), a la que seguirían Un cuento de cine (2005) y Mujer en la playa (2006), poco a poco, he caído rendido en las invisibles estructuras que el realizador coreano teje en sus diferentes producciones.
La mujer que escapó es tan dulce como un caramelo y tan amarga como puede ser la vida. Concebida en tres actos, en tres variaciones en las que el director acompaña a Gam-hee (a la que da vida Kim Min-hee, musa del director desde que coincidieran en 2015 en Ahora sí, antes no). Hong Sangsoo, y junto a él el espectador, asisten al primer día en la que la joven Gam-hee decide reencontrarse con varias amigas de su pasado reciente, aprovechando la ausencia de su marido en un viaje de negocios, del que no se ha separado en los últimos cinco años.
A pesar de que las protagonistas de La mujer que escapó son tres mujeres, la película le sirve al director para hablar de las relaciones humanas. De las necesidades de espacio y de privacidad de cada uno de los miembros de la pareja (en la primera de las historias). De la dificultad por encontrar a la pareja perfecta (en el segundo acto, en la que los hombres siguen sin asumir lo que significa el final de una relación). Y de la mirada hacia atrás pero con el pensamiento puesto en el presente (con el que se que pone fin a la historia).
La sencillez narrativa y el discurso sobre la vida
El director sigue utilizando sus recursos estilísticos y narrativos que le han caracterizado desde siempre: el empleo del zoom y de la panorámica, los planos medios, aunque con la edad ha dejado atrás la voz en off, para dar mayor relevancia a los diálogos y a las interacciones entre los personajes. El film denota un halo de relajación, de ver la vida con la tranquilidad de tener parte del camino recorrido, del que se beneficia el espectador, pasando de una historia a otra, como si se trataran de las diferentes habitaciones de un lugar llamado vida.
La duración de la película, en las antípodas de las producciones coreanas comerciales, equilibra el relato, donde se darán cita desde encuentros fugaces a conversaciones tan reales como surrealistas. Una de ellas, en la que aparece un vecino (uno de los escasos hombres que da la espalda en todo momento a la cámara) que se queja de que sus vecinas den de comer a un gato que merodea por el vecindario. Una conversación que resume el sentido de la vida, y las diferencias, a veces irreconciliables entre lo que uno piensa y lo que piensa el otro.
¿Quién es la mujer que escapó a la que se refiere el título de la película? Como todo en la obra de Hong Sangsoo está abierto a debate. ¿La mujer que ha decidido marcharse alejada de la ciudad y que vive frente al monte Inwan inmortalizado por el pintor de la época Chosun Jeong Seong? ¿La mujer que ha decidido romper su relación y que todavía no ha encontrado pareja? ¿La mujer que engañó a su amiga y que hoy envida a su esposo a causa de su popularidad? ¿O… todas ellas?
Sea una de ellas o sean todas, el cierre de La mujer que escapó reconcilia al espectador con la sala de cine. Un lugar que la pandemia ha marchitado y que necesita con urgencia florecer de nuevo.
Una crítica de Enrique Garcelán