Jia Zhang-ke logra en La ceniza es el blando más puro lo que no alcanzó a conseguir del todo en Más allá de las montañas, su anterior film (en medio, dos cortometrajes, The Hedonists y el segmento Revive para el ómnibus When Has the Time Gone?): plasmar a la vez veinte años de historia de la China más reciente y, además, hacer un homenaje metalingüístico a toda su carrera, a casi todos sus “hijos”, por así decirlo.
Los que han seguido la trayectoria del director y conozcan sus trabajos previos, disfrutarán como niños descubriendo y reconociendo trazos de los trabajos que han conformado la carrera del director a través de formatos de pantalla (del 4/3 de Pickpocket, al panorámico de la parte final de Más allá de las montañas), personajes (Qiao, la protagonista femenina de la película pasa de ser la entusiasta y carismática novia del gánster local con un carácter muy, muy parecido a la protagonista de Unknown Pleasures, a convertirse en la melancólica y nostálgica “señora” del final de Más allá de las montañas), o planos y escenas exactamente iguales a los vistos en otros films suyos (casi podríamos decir que retazos de grabaciones recuperadas como el recorrido en barco de Qiao en busca de su novio cuando sale de la cárcel que nos evoca directamente a Naturaleza muerta). No en vano, Jia hace vestir a la protagonista Qiao de la misma forma en que vestía en aquel film de 2006 y con la misma botella de agua en la mano. Y ya que hablamos de vestir, también acudimos a un cambio en la forma de vestir de Qiao a lo largo de toda la película, un cambio que parece también simbolizar el rumbo que va a ir tomando su vida: desde los colorines saltarines del principio de la película situada en 2001, con esos motivos florales y con mariposas, a ese beis claro que adopta cuando sale de la cárcel, hasta el puro y duro negro con chaqueta de cuero hacia el final.
No se nos escapa también el inicio de la película en ese club que regenta la “jianghu”, esa tríada local capitaneada por Bin (el actor Fan Liao) con música occidental, en este caso los Village People y su ‘YMCA’, que nos recuerda mucho al inicio de Más allá de las montañas, que comenzaba con un baile grupal de la canción ‘Go West’ de los Pet Chop Boys.
Los que no conozcan demasiado acerca de Jia, que con el tiempo se supera a sí mismo con cada trabajo, disfrutarán también de este melodrama, una historia de amor, en realidad, narrada a lo largo de veinte años; veinte años que cambian a los protagonistas, aunque no en su esencia, un tiempo largo en el que también podrán verse las rapidísimas transformaciones que han tenido lugar (y siguen teniendo) en China, sobre todo en el paisaje.
Jia parece que le ha tomado el pulso al comité de censura chino. Recordemos que en su anterior largometraje también utilizó el género del melodrama para realizar una profunda crítica sobre el poder del dinero en la China actual y la pérdida de las raíces, y consiguió estrenarlo en su país, cosa que ha podido hacer también con este último trabajo. También el ejercicio de “metalenguaje” que realiza el director es digno de elogio; y si hay algo que podamos criticar en su contra es quizá la duración del film: dos horas y media que en algún momento se hacen cuesta arriba, algo menos de metraje le hubiera beneficiado.
A pesar de todo y en definitiva, La ceniza es el blanco más puro (que compitió en la Sección Oficial del Festival de Cannes de 2018 y ganó el premio a la Mejor Película en el Asian Film Festival Barcelona) es una joyita que hay que ver sí o sí.
Por Gloria Fernández