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In Memoriam: Ryüichi Sakamoto (1952 -2023)

03/04/2023

No por esperada resulta menos triste. Hace unos días nos enterábamos del fallecimiento de uno de los creadores musicales más potentes e influyentes del siglo XX, y en todos los sentidos. Pionero del pop electrónico y de la música experimental, aunque haya muchos cinéfilos que solamente les apetezca rememorar su trayectoria como compositor de bandas sonoras (por las que realmente empezó a ser conocido en occidente, y a pesar de que en países como Estados Unidos su impronta inicial la marcara a través de la Yellow Magic Orchestra, su banda, o de sus performances en solitario).

Sakamoto era un músico prodigioso, que nació con un don, pues a la tierna edad de tres años ya empezaba a hacer sus pinitos al piano. Conocedor de varios idiomas, que aprendió sobre la marcha, a medida que viajaba y mantenía contacto social con otros músicos y artistas. Y sí, su mejor amigo era el piano, en el que se refugiaba para concretar piezas de una tierna textura sonora que conectaban con su alma. Pero su interés y curiosidad, así como por la sociedad cosmopolita del Japón de finales de los 70, hizo que quisiese formar parte de esa vida social amparada por un pop sintético que reflejaba la creciente voluptuosidad de la Tokio desenfrenada de aquel entonces.

Los inicios del artista

Los discos de jazz de su adolescencia y la música rock alemana mecanizada de lo Kraftwerk colisionaron en su interior y le impulsaron a fundar la Y.M.O. (junto a Haruomi Hosono y Yukihiro Takahashi), con los que dinamitó el pop electrónico amparado por teclados y sintetizadores de gama alta (los míticos KORG). Su apretada agenda con el grupo no evitó que quisiese probar suerte por sí solo en un debut inclasificable a la par que sensacional: Thousand Knives (1978), alucinógeno musical de gran sonoridad y raíces electro-funks (los más perspicaces que lo hayan escuchado y sepan el trasfondo que hubo en su composición ya sabrán de qué hablo). Sakamoto no quería poner el freno y además quiso aprovechar sus estudios musicales de etnomusicología cursados en la Universidad de Bellas Artes y Música de Tokio para incorporar en sus composiciones música étnica o adentrarse en los sonidos okinawenses (una muestra de ello la encontramos en su álbum Neo Geo, de 1987).

Sakamoto y el mundo de las bandas sonoras

Sus imparables giras internacionales despertaron la atención de ciertos cineastas de mirada abierta y le empezaron a llegar las primeras ofertas para trabajar en el cine. La más sonada fue la de Feliz Navidad, Mr. Lawrence (1983), incluyendo el tema principal de piano intimista y el dueto Forbidden Colours con el cantante David Sylvian (canción que el propio Sakamoto llegó a reversionar más adelante y a cantar de viva voz). El compositor siempre había soñado trabajar a las órdenes de Nagisa Oshima y lo hizo por partida doble, pues además de ficharle como compositor del score, el reconocido director de El imperio de los sentidos le brindó la oportunidad de interpretar el papel del comandante homosexual del campo de concentración, que siempre quedará inmortalizado por el icónico beso con el artista David Bowie. Todo un impacto para la época.

Luego llegaron las producciones de Bertolucci, que le permitirían ganar su primera estatuilla dorada en Hollywood por su sensible partitura para El último emperador (1987), aunque el que suscribe sigue prefiriendo el score que compuso para el mismo director en Pequeño Buda (1993). Sin olvidar su trabajo minimalista y techno para el primer filme de anime de ciencia ficción de Gainax: Wings of Honeamise / Royal Space Force (1987). Su versatilidad con el piano le ha llevado a trabajar con directores de la talla de Brian de Palma (Snake Eyes, Femme Fatale), Takashi Miike (Hara-kiri) o Yoji Yamada (Nagasaki: Recuerdos de mi hijo).

Su última contribución fue la banda sonora del filme denuncia El fotógrafo de Minamata (2021): sus notas reflejaban con un tono oscuro el ocaso del pueblo que lleva el título del filme y que sirvió para destapar un sonado caso de negligencia medioambiental en el Japón de los años 70. Podríamos seguir y seguir con todo tipo de referencias y colaboraciones (Alva Noto), con sus instalaciones musicales y sus álbumes ambientales para paladares exigentes (los tres con el guitarrista austríaco Fennesz) o las divertidas jam sessions de bossa nova con Morelenbaum.

Para muchos españoles su nombre estará asociado a la polémica que mantuvo con Pedro Almodóvar a raíz de su intervención en Tacones lejanos (1991): Sakamoto siempre ha manifestado que el director manchego nunca quedó satisfecho con su partitura, y que su función fue la de ponerse al servicio del director para servir a los intereses de la película. Más satisfechos quedamos todos los asistentes a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92 cuando empezó a sonar su El Mar Mediterrani: un magma musical de sensaciones indescriptibles de más de diez minutos de duración, que nos hacía volar por el cielo de la Ciudad Condal y en la que incluía como coda final y en versión instrumental El Virolai (himno sagrado a la Verge de Montserrat).

El legado

Y hablando de codas, en 2017, Sakamoto ya nos habló en el documental Ryuichi Sakamoto: Coda sobre su lucha contra el cáncer y de cómo le afectó emocionalmente el terremoto y posterior tsunami de Fukushima en 2011. La producción dirigida por Stephen Nomura Schible es un viaje introvertido a través los pensamientos más íntimos de Sakamoto: de cómo la rutina puede convertirse en un aliado para el equilibrio emocional y mental, siempre que se sepa sobrellevar con otras actividades lúdicas o contemplativas (en su caso, el arte, la naturaleza…); de cómo un piano desafinado puede llevarte hacia terrenos de la mente inexplorados; de cómo afrontar el temor a la muerte; y, en definitiva, de cómo estar con uno mismo en paz.

Maestro, ahora puedes reposar en paz. No sabes cuánto lloraremos cada vez que resuene alguna nota de tus majestuosas partituras para Bertolucci. Allí donde estés, sigue tocando el piano, tu fiel aliado, hasta la eternidad.

Un texto de Eduard Terrades Vicens

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