Naoko Yamada saltó a la fama como directora con la serie de anime K-On! (2009) y, más tarde, consolidó su reputación con películas como A Silent Voice (2016) y Liz and the Blue Bird(2018).
En su nueva obra, la animadora recupera la magia de los colores y el componente musical con la historia de Totsuko, una estudiante de secundaria que tiene la capacidad sinestésica de percibir los “colores” de los demás. Atraída por los colores de Kimi y Rui, les convence para formar una banda de música. Durante los ensayos, estos tres jóvenes encontrarán momentos de libertad, amor, diversión y autodescubrimiento.
El apartado técnico es impresionante. El guion está escrito por Reiko Yoshida, con quien Yamada ha colaborado en varias de sus obras anteriores. La producción corre a cargo de Genki Kawamura (Your Name, Suzume, Mirai, Mi hermana pequeña y Belle) y del estudio Science Saru del aclamado director Masaaki Yuasa (Ride Your Wave, Inu-Oh). La música de Kensuke Ushio es, sin duda, algo que también hay que destacar.
Además de ser seleccionado en el Festival de Annecy, este coming of age ha logrado varios reconocimientos internacionales: ganó el premio Cáliz de Oro a la mejor película de animación en el Festival Internacional de Cine de Shanghái de 2024 y empató con Memoir of a Snail (Adam Elliot, 2025) por el Premio del Público en el 7º Animation Is Film.
Meses después de su estreno en el Festival de Sitges, Tu color (Kimi no iro) ha llegado a los cines este 21 de febrero de la mano de Selecta Visión.

Un viaje sensorial que nos invita a apreciar la belleza de la juventud y la amistad
En esta historia Yamada no plantea un conflicto en concreto. Solo son tres jóvenes compartiendo buenos momentos, haciendo aquello que les apasiona para olvidarse de los problemas, las responsabilidades y las expectativas de futuro. Cada uno tiene sus dilemas internos propios de la edad y de su situación personal, pero la película no profundiza en ninguno de ellos.
Probablemente, el componente religioso es una de las cuestiones que llame más la atención porque el catolicismo no es muy común en Japón. Sin embargo, creo que tampoco tiene un gran impacto en la trama y que funciona más como un elemento de ambientación y, sobre todo, un rasgo de la personalidad de Totsuko que no necesita demasiada justificación.

La actuación musical: una “casualidad” bien aprovechada
Aunque, en un principio, los jóvenes empiezan a componer música para sí mismos, el espectador intuye que surgirá alguna oportunidad para actuar en directo frente a un público. ¿Y qué mejor lugar para hacerlo que el icónico festival escolar de toda historia juvenil japonesa?
La música de Kensuke Ushio logra plasmar a la perfección la esencia de los personajes en cada una de las canciones. Solo puedo describirlas como tiernas, cautivadoras y muy pero que muy pegadizas. Mi favorita, sin duda, “Amen, I’m Going Somewhere” (no os podéis perder la escena postcréditos).

Para Yamada, “la sinestesia de Totsuko y la música tienen algo en común: ambas son intangibles, pero capaces de transmitir emociones”
La paleta de colores suaves y el trazo fino del dibujo crean una armonía visual que, por momentos, hace que los personajes se fundan con el fondo. Esta estética transmite una sensación de paz que encaja perfectamente con el tono contemplativo de la historia y con esa “ausencia de conflicto” de la que he hablado antes.
La propia directora ha explicado en varias entrevistas [MR1] la elección del rojo, azul y verde para los colores representativos de Totsuko, Kimi y Rui:
“Quería expresar la luz a través del color. Cuando se superponen los colores primarios, se convierten en blanco. Realmente pensé que esa blancura expresaba las posibilidades y el futuro de estos personajes de una manera hermosa”.
Honestamente, me habría gustado que aprovecharan un poco más el potencial de esta idea durante el desarrollo central de la película. Al fin y al cabo, la capacidad sinestésica de Totsuko es precisamente lo que diferencia a Tu color de otras películas con argumentos similares.
¿Os animáis a acompañar a Totsuko, Kimi y Rui en la búsqueda de sus colores?
Una crítica de Mar Riera