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Memoria: El sonido que puede palparse 

03/06/2022

Apichatpong Weerasethakul (El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas), Tilda Swinton y Colombia, una combinación aparentemente extraña pero que nos ha regalado una de las mejores películas de los últimos años. Tras su paso por el Festival de Cannes de 2021 (con Gran Premio del Jurado incluido) el Festival de Sevilla y el D’A Film Festival, Memoria ha llegado por fin a las grandes pantallas de nuestro país. 

Jessica (Tilda Swinton) se despierta repentinamente por un fuerte ruido, metálico, estridente, arenoso, que quedará impregnado en la mente de la protagonista, así como también en la del espectador. Desde este punto, la película se construye como una especie de película de misterio, intentando resolver esta duda que queda planteada desde un primer momento: ¿Qué es ese ruido? El camino de ese descubrimiento llevará a Jessica a encontrarse con otros dos personajes fundamentales: un ingeniero de sonido (Juan Pablo Urrego) y un misterioso aldeano que descama pescado (Elkin Diaz). 

Un viaje… más allá de Colombia 

Jessica es una extraña en Colombia, una extranjera con un constante sentimiento de desubicación muy similar al que estaban sufriendo a su vez la propia Tilda y Apichatpong en el contexto de un país totalmente ajeno a ambos. Aun así, Colombia resultó ser la ubicación perfecta para el primer largometraje del director tailandés fuera de su país. Por un lado, este sentimiento de desorientación se traslada a la película, difuminando las fronteras entre realidad y ficción, algo que suele suceder en la obra del director tailandés y que aquí queda acentuado. Por otro lado, Colombia supone una localización extrañamente similar a Tailandia, por su geografía (esas increíbles selvas que Apichatpong retrata como nadie) y también por su historia. En este último sentido, el trauma estará presente y será un eje central en el relato junto al de la memoria. 

Leemos y escuchamos muchas veces, quizás demasiadas, las expresiones “viaje” o “experiencia” para definir una película, pero en este caso pocos adjetivos pueden definir mejor este filme. Memoria se convierte en un viaje único y particular, tanto para cada espectador como también para Apichatpong y Tilda Swinton, que exploran juntos nuevas posibilidades para el arte cinematográfico. En este sentido resulta imposible no destacar la edición de sonido y es que, a veces, perdemos de vista que el arte cinematográfico no es únicamente visual, y en esta película el paisaje sonoro se integra en la propia narrativa de una forma que pocas películas consiguen. No sólo eso, sino que además es trabajado de tal modo que parece adquirir una textura, una tactilidad impresionante. Ese ruido que en un primer momento nos choca y nos asusta, termina tomando forma en nuestra cabeza y volviéndose casi familiar, permaneciendo en nuestra cabeza mucho tiempo después de que la película termine. 

En definitiva, el cine de Apichatpong siempre es difícil de recomendar, simplemente porque suelen ser películas muy personales y experimentales en cuanto a su forma cinematográfica. Y Memoria no es una excepción, sino más bien un ejemplo paradigmático de la obra del cineasta tailandés: rompedora, visceral, mágica y contemplativa. Sabemos que cualquier película mejora al verla en pantalla grande, pero Memoria, sobre todo por esa dimensión sonora y su exquisita fotografía, merece especialmente la pena. 

Por Josep Santcristòfol 

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