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BCN Film Fest. 2021 – Sección Japan By CineAsia. Cine y literatura en Japón: Zatoichi y el Pulp, Paprika y la scifi (parte 4)

22/04/2021

El Zatoichi clásico se enfrenta al crepuscular, y otros personajes pulp  

Los géneros populares cinematográficos de aquellos tumultuosos años 60 sí partían de cómics o de personajes que provenían de novelas folletinescas. Ese sería el caso del samurái tuerto y de un solo brazo Tange Sazen, surgido de la pluma de Fubo Hayashi y cuyas aventuras aparecieron publicadas por primera vez entre 1927 y 1928 en el periódico Mainichi Shinbun. Si bien es cierto que tuvo una primera incursión cinematográfica en 1935 con el sobrevalorado filme de Sadao Yamanaka (The Million Ryo Pot), el errante (y errático) espadachín tuvo su mayor gloria fílmica en The Secret of the Urn (1966), firmada por un entonadísimo Hideo Gosha.  

Otra saga literaria que se convertiría en otro éxito cinematográfico de la productora Daiei sería Nemuri Kyoshiro (Sleepy Eyes of Death): una serie de novelas jidai geki escritas por Renzaburo Shibata que aparecieron originalmente por entregas a partir de mayo de 1956 en el magacín semanal Shukan Shincho (considerado uno de los más influyentes de la región de Kanto de la década de los 50). Ambientada, cómo no, en el Período Edo, los libros focalizan la atención en un ronin de ojos soñolientos, que es hijo de una madre japonesa obligada a cometer jigaki (el seppuku femenino) poco después de que naciera, y de padre cristiano (como resultado, tiene un odio feroz por lo que él considera la hipocresía del cristianismo). La saga clásica la configuran 12 películas interpretadas por el célebre actor de kabuki Raizo Ichikawa hasta su muerte en 1969, luego perduraría en varias continuaciones y seriales televisivos hasta diluirse a mediados de los 80.     

Más suerte correría Zatoichi, aquel masajista ciego cuyo bastón escondía una mortífera katana afilada: el personaje fue creado por Kan Shimozawa, novelista proveniente de las frías tierras de Hokkaido, inspirándose en los viejos seriales de samuráis y los jidai geki del cine mudo. La importancia recae en la longevidad de la saga propuesta por la productora Daiei entre 1962 a 1989, con un total de 26 películas interpretadas por Shintaro Katsu, más una dilatada serie de televisión que se mantuvo en antena durante un lustro (1974-79).

Pero el célebre espadachín no sería tan conocido en Occidente sin el homenaje crepuscular que Takeshi Kitano le dedicó en 2003, interpretándolo él mismo e introduciendo partes musicales en algunas secuencias para darle un toque de singularidad que se alejara de la saga antigua. El Zatoichi de Kitano sorprendió a los espectadores occidentales poco o nada familiarizados con sus aventuras clásicas, y ganó, entre otros premios, el León de Plata como mejor dirección en la Mostra de Venecia, el del público del Festival de Toronto y tres más en el Festival Int. de Cinema Fantàstic de Catalunya – Sitges 2003 (mejor film de la Sección Oficial Fantàstic, el Premio del Público y mejor banda sonora para Keeichi Suzuki). Un chanbara fabuloso, con abundante hemoglobina (digital) y unas gotas de ese humor excéntrico “Made in Kitano”.    

Paprika: el caso de Yasutaka Tsutsui y la prosa circunspecta de la ciencia ficción nipona  

No solo de filmes de samuráis vivían los productores: en los años 70 se forjó una literatura de ciencia ficción especulativa, o de clara anticipación a acontecimientos venideros, que rozaba la fantasía en algunos casos y que fue aprovechada por algunos directores de cine. Un caso paradigmático fue el de Sakyo Komatsu, cuyas historias estaban impregnadas de una visión apocalíptica que se anticipaba a la de los escritores y mangakas que en los años 80 y principios de los 90 medían las posibilidades de que Japón fuera aniquilado por un gran cataclismo. Nos referimos a Japan Sinks (1973), más conocida aquí por El hundimiento de Japón, que ha contado con dos adaptaciones al cine. Komatsu jugaba con los elementos naturales destructivos de su país, tan arraigados en el subconsciente colectivo de la sociedad japonesa, es decir, movimientos tectónicos, volcanes, huracanes, etc, y utilizaba un lenguaje circunspecto y una seriedad científica (aunque algunos desacreditaron las teorías que formulaba). Pero también aportó mucho en el campo de la ciencia ficción espacial, llegando a coquetear con la space opera, como en Sayonara Jupiter (1982), adaptada dos años más tarde por Koji Hashimoto (aka Bye Bye Jupiter). Y ojo, porque también fabuló sobre pandemias catastróficas en Virus (el título original, Fukkatsu no Hi era más esperanzador porque se podría traducir como “El Día de la Resurrección”), adaptada en 1980 por el maestro del yakuza eiga Kinji Fukasaku.   

Coetáneo de Komatsu, y casualmente también de Osaka, no podemos obviar al gran Yasutaka Tsutsui: el padre de Paprika. Sus novelas navegan a medio camino entre la scifi menos canónica, el onanismo de la cultura hippie, la psicodelia y la sátira absurda. Naturalmente, sus obras han sido fuente de inspiración para animadores y cineastas, habida cuenta que su catálogo de relatos cortos es inabarcable y muy trasladable a la gran pantalla. Por ejemplo, La chica que saltaba a través del tiempo la escribiría en 1967 y se convirtió en una pequeña obra de culto, acrecentada en los últimos años por la película de anime de Mamoru Hosoda.  

Pero sin ninguna duda es Paprika su obra más decisiva e influyente, canonizada por el añorado Satoshi Kon en 2006. Es curioso que se publicara por entregas en la edición japonesa de Marie Claire durante unos cuantos meses del año 1993, cuando Tsutsui ya estaba consolidado como escritor. En ella juega un papel fundamental el mundo onírico como vertebrador de una sociedad de consumo casi distópico: en un futuro cercano se consigue desarrollar una tecnología que permite a cualquier médico penetrar en los sueños de sus pacientes como forma psicoterapéutica para tratar enfermedades mentales. Una científica ganadora el premio Nobel de la Paz deberá lidiar con la ética de formar parte de este proyecto y desbaratar los planes de un peligroso terrorista que consigue infiltrarse en los sueños de sus pacientes. Una novela profunda, que habla de los males de la sobreestimulación en esta sociedad de la información. Una trama compleja, pero escrita con un lenguaje coloquial fácil de asimilar por cualquier curioso que se acerca a ella, y que Kon la recargó de imágenes alucinatorias e incluso invitó al propio Tsutsui a poner la voz a un personaje (un camarero). Fue la inspiración reconocida de Christopher Nolan para su Origen (2010), tanto a nivel argumental como visual.  

Tsutsui es todo un personaje y recomendamos encarecidamente adentrarse a sus otras novelas de humor exótico, erotismo bizarro y personajes que no son de este mundo, como los de los Hombres salmonela en el Planeta Porno (2005), o los ocho cuentos psíquicos del recopilatorio Lo que vio la criada. Fue el primer autor en publicar cuentos en la primitiva Internet del año 1994 después de plantar cara a los medios de su país cuando fue vilipendiado por uno de sus cuentos políticamente incorrectos, en los que se mofaba, con ingenio y sin caer en lo indecente, de las personas epilépticas. Pero ojo, que no es un autor para otakus (como algunos erróneamente y con malicia lo han calificado): sus pensamientos parten de estructuras filosóficas y de grandes pensadores del siglo XX y en su larga trayectoria como novelista ha ido acumulando premios de todos los grandes certámenes literarios de Japón. Por si no fueran suficientes estas credenciales, en 1997 fue condecorado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el gobierno francés.  

Un texto de Eduard Terrades Vicens

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