Hay actores y “actores”. Choi Min-sik entraría a formar parte de esta segunda categoría, una generación de intérpretes que más allá de sus papeles, serán recordados por fagocitar a cada uno de los personajes a los que ha dado vida.
Los inicios del camaleón
Convertido desde el 2003 en uno de los iconos del cine coreano contemporáneo gracias a la interpretación de Oh Dae-su en la galardonada cinta de Park Chan-wook, OldBoy, Choi Min-sik ha sabido cargar con el peso que le supuso dicho papel. Un papel, que recordemos, le llegaría en mitad de su carrera, en la que era su película número diez, y después de haberse iniciado artísticamente en el mundo teatral, a finales de los años ochenta, cuando Corea era una nebulosa cercana a Japón en el mapa cinematográfico de la crítica internacional. Sus primeros contactos con el celuloide son gracias a dos colaboraciones con el director Park Chong-won en los films Kuro Arirang (1989) y en la aclamada Our Twisted Hero (1992). Pero Choi Min-sik, embriagado por el ambiente que se respira en Corea, alterna durante el inicio de los años noventa su presencia en cine, dramas televisivos y teatro. Algo está sucediendo en la década de los noventa en este país asiático. Después de casi cuarenta años de dictadura, en Corea del Sur se producen las primeras elecciones democráticas en 1993: el país mira hacia el exterior. Y su cine y sus actores, también. Multitud de críticos y especialistas declaran esos años como el inicio de “la Nueva Ola del cine coreano”.
Tres son las películas, en un lapso de dos años, que dan madurez a la carrera de Choi Min-sik. Estrenada a principios de la temporada primaveral de 1998, The Quiet Family fue la sexta película más vista del año en cuanto a producción nacional. A medio camino entre una comedia absurda y un cuento de terror teñido de humor negro, Kim Jee-woon, su director, nos presentaba a una serie de personajes imposibles, interpretados algunos de ellos por actores que con el tiempo han calado en el star system surcoreano (Choi Min-sik o Son Kang-ho), con exageradas actuaciones según nuestras normas de lógica escenográfica, para dar mayor profundidad teatral a una serie de situaciones cómico-terroríficas en donde cabe, desde el slapstick hasta el chiste fácil. La segunda película no es otra que Shiri (1999). La interpretación de un agente militar de Corea del Norte implicado en la realización de un atentado en Corea del Sur, supuso para Choi Min-sik el trampolín anhelado por un actor en un film aclamado tanto por crítica como por el público. Happy End, la tercera película de la lista, es un film extraño. Cuando aparecieron las primeras notas de producción, tanto críticos como espectadores imaginaban que se trataría de la típica historia de infidelidades, un drama pasional al uso, de los que tanto abundan en la cartelera coreana. Pero, a pesar de que el director utilice los elementos propios del melodrama, el resultado es muy diferente a lo esperado. Sin poder catalogarse como un film de terror, lo es, sobre todo por la sensación con la que deja al espectador cuando alcanza los títulos de crédito finales y Choi Min-sik logra que el final feliz que espera la audiencia se convierta en el “final feliz” imaginado por todo aquel que es abandonado.
Introduciéndonos en la piel del actor
“Soy un actor, sí, y no quiero engañarme, me gano la vida con mi trabajo. Pero a la hora de elegir un proyecto, más allá de que piense que puede ser un éxito o no, necesito que la historia me diga alguna cosa, que necesite interpretar al personaje en cuestión”.
Y es precisamente la historia lo que seduce a Choi Min-sik para aceptar el papel de Kang-jae, un gangster de poca monta al que le arreglan un matrimonio concertado. Una historia de amor que comienza tras la muerte es la premisa de esta inusual película, Failan, en la que Choi Min-sik viaja para conocer a su esposa y descubre que ésta ha muerto, lo que inicia todo un proceso de búsqueda para conocer más sobre ella y sobre sí mismo. Con más de una deuda formal al cine de Takeshi Kitano, este film es una lección de cómo hacer cine, interpretado con convicción por el brillante reparto, incluida Cecilia Cheung en su breve papel.
Entre los años 2001 a 2005, el actor encadenará siete películas, en lo que significa su mayor nivel de actividad en la industria cinematográfica. De gangster atormentado, a pintor de la época Choseon, pasando por boxeador crepuscular o profesor de música, el actor logra transformarse en los personajes que interpreta, hasta tal punto, que el espectador pierde de vista a Choi Min-sik para encontrarse con Jang Seung-up (Ebrio de Mujeres y Pintura), o Gang Tae-sik (Crying Fist). El veterano director Im Kwok-taek consiguió en 2002 el primer premio para un realizador coreano en el Festival de Cine de Cannes con Ebrio de Mujeres y Pintura, una película que narra la historia de un renombrado pintor coreano del siglo XIX. El film recrea los momentos claves de la vida del pintor (desde su infancia hasta su extraña desaparición). Choi Min-sik contribuye con su composición de Jang Seung-up a acercarnos a este artista atormentado de la época Choseon que anduvo a la búsqueda de la belleza sin renunciar a su estilo propio, ni a su adicción por el alcohol y sus tormentosas relaciones amorosas. Y de la pintura pasamos al boxeo sin solución de continuidad. Tae-sik, antiguo boxeador profesional, ganador de una medalla en los Juegos Asiáticos, es ahora un hombre venido a menos, hasta el punto de que se gana la vida como saco de golpes humano por las calles de la ciudad. El protagonista de Crying Fist (2005), una de las películas menos conocidas de Ryoo Seung-wan (The Unjust), es un saco roto engullido por el rápido crecimiento de la sociedad coreana. Un perdedor, al que da vida Choi Min-sik, que deberá enfrentarse a otro fuera de la ley, Sang-hwan, un joven delincuente que ha sido detenido y encarcelado, y que una vez en prisión empieza a practicar el boxeo. Uno y otro participarán en un torneo amateur por motivos bien distintos: Tae-sik para recuperar el poco orgullo que le queda; Sang-hwa para ayudar a su familia. Crying Fist es lo que Rocky debería haber sido y no fue. Y Choi Min-sik compone un personaje que Sylverster Stallone tan solo roza en su saga pugilística.
En la espiral de la violencia
La utilización de la violencia o del mecanismo de la venganza para Park Chan-wook no es simplista, es decir, no es un mero pistoletazo de salida para que se desarrolle la acción del film y captar así la atención del público, sino que la utilización de ellas es una suerte de inspiración para explorar los entresijos del alma humana. Unas almas de unos personajes marcados por lo que caracterizaba a las tragedias griegas: el hombre en su lucha contra un destino marcado e inamovible que quiere cambiar. Park Chan-wook no lo duda ni un instante. Sabe que Choi Min-sik es el elegido para dar vida al personaje de Oh Dae-su en OldBoy. “Cuando estaba filmando OldBoy, -comenta Choi Min-sik– la caracterización iba a ser determinante; tuve que mantener ese pelo hasta que el rodaje se completó. Incluso en mi día a día, andaba con ese peinado. Era difícil que alguien me dijera algo por la calle.” Oh Dae-su necesita vengarse para sobrevivir, su propio secuestrador se lo ha dicho: “o me encuentras o vuelvo a atacarte”. Así de simple, no le queda otro remedio si quiere seguir viviendo que vengarse (al margen de las ganas que durante esos 15 años de encierro le hayan producido). Una interpretación, la de Choi Min-sik, que ha dejado secuencias para el imaginario fílmico de los espectadores, como el travelling lateral donde armado con un martillo se enfrenta a más de quince enemigos, o el travelling circular en los instantes finales de la película, cuando Oh Dae-su, o Choi Min-sik, tiene que alejarse, abandonarse a sí mismo para que el otro, el que persista, pueda continuar viviendo con la carga de lo que sabe. De víctima a verdugo. La mente de Park Chan-wook quiso jugar con los personajes que habían intervenido de una u otra manera en las dos primeras películas de su trilogía de la venganza, y es algo que lleva a sus últimas consecuencias en Sympathy for Lady Vengeance, film en el que aparece la mayor parte de los actores que intervenían tanto en OldBoy como en Sympathy for Mr. Vengeance: desde Choi Min-sik (secuestrado en OldBoy y secuestrador en Lady Vengeance), Yo Ji-tae (torturado por un hecho acontecido en la infancia en OldBoy y niño “adulto” en Lady Vengeance)… Lo interesante es descubrir que estas elecciones no están realizadas al azar, por “capricho” del director, sino que de alguna manera, el karma de los protagonistas tiene su continuidad en uno y otro film.
Un actor que es más que un actor
“Soy totalmente consciente de la responsabilidad que tengo al ser un personaje público. Entiendo que mi voz tiene un peso específico. Y por tanto, debo ser el primero en dar ejemplo y en hacer las cosas de forma correcta.”
En el año 2006, debido a las presiones económicas de la industria cinematográfica americana, el gobierno coreano rebajó la cuota de pantalla de las producciones nacionales (un sistema de protección instaurado en 1966, que fijaba un mínimo de 176 días para la exhibición de las películas nacionales en las salas de Corea). A raíz de este acuerdo, el nº se rebaja a 73 días al año. La medida recibe protestas desde el mundo cultural, con Bong Jong-hoo (The Host) y el actor Choi Min-sik como cabeza visible de las mismas, liderando una gran protesta que se realizó en el Festival de Cine de Cannes. El actor, que sabe que forma parte del engranaje industrial del cine de su país, se toma un respiro después de encadenar siete proyectos durante cinco años. Un período de tiempo (2005-2008) que dedicará a reflexionar acerca de su papel como actor, además de implicarse en las protestas contra las medidas emprendidas por su gobierno. Para la gente que trabaja en la industria cinematográfica coreana la palabra más escuchada es la de la prudencia. A pesar del récord de recaudación obtenido en el 2006 por The Host (13 millones de espectadores), muchas compañías coreanas no encontraron la suficiente financiación para llevar a cabo sus producciones con los costes de producción actuales. La presencia del actor en círculos reivindicativos se hace más presente, pidiendo una mayor implicación del gobierno y de las fuerzas económicas de su país, como la de actores y técnicos para lograr mejores resultados. A pesar de que el espectador lo echa de menos, la labor de Choi Min-sik a lo largo de estos años se encuentra detrás de las cámaras.
¿Regreso por la puerta grande? A pesar de que muchos espectadores piensen que Encontré al Diablo supuso la vuelta de Choi Min-sik a la gran pantalla, su regreso se produciría en el 2008, como protagonista de una pequeña película dirigida por Jeon Soo-il, profesor de la Universidad de Kyungsung que se dio a conocer en 2005 con su cinta With a Girl of Black Soil, premiada en los Festivales de Las Palmas, Dauville y BAFF. En Himalaya, Where the Wind Dwells, Choi Min-sik se mete en la piel de un hombre en busca de un renacer en el marco de la naturaleza grandiosa del Himalaya. Quizás en un paralelismo con su propia carrera como actor, necesitada de este renacer, el personaje reflexiona sobre el devenir de las cosas que cambian y desaparecen a lo largo del tiempo y se plantea las eternas cuestiones existenciales del hombre sobre el ser y su identidad.
Sobre gangsters, caníbales y otras cuestiones
“Me quedé petrificado al leer el guión de Encontré al Diablo. No digo que me seduzcan los crímenes, pero no pude decir que no al ver la espiral de locura que nos planteaba el director.”
Kim Jee-won le tenía reservado a Choi Min-sik otro de esos personajes que difícilmente se olvidan. La venganza, ese sentimiento que nace de lo más profundo de nuestras vísceras, es lo que mueve a los protagonistas de Encontré al Diablo, una película donde su director dio un salto cuantitativo en su obra, hiperbolizando la violencia sin cortapisas. En esta pieza maestra presentada en el marco del Festival de Cine de San Sebastián, Choi Min-sik interpreta a un asesino en serie de jóvenes y niñas que encuentra auténtico placer en sus actos, no exentos de auténtica saña, y Lee Byung-hun es un agente secreto dela Policía al que el primero mata a su novia en el arcén de la carretera mientras espera que aparezca una grúa para que le repare su coche. A partir de ese momento se desencadena un auténtico «tour de force» en donde el representante dela Ley se salta todas las normas para convertirse en el perseguidor enloquecido del psicópata, utilizando todos los métodos ilícitos que tiene al alcance de su mano.
A su papel de caníbal le seguiría uno apto para todos los públicos: la voz de un pato animoso y servicial en la cinta de animación Leafie, a Hen into the Wild, que le serviría al actor de punto y paréntesis antes de vérselas de nuevo con la mafia y los gangsters. Para su papel de Ik-hyun, en Nameless Gangster, Choi Min-sik engordó más de 10 kilos y se cambió el peinado para parecer un hombre corriente de cualquier barrio. Al contrario que en su anterior papel en Encontré al Diablo, Ik-hyun es un personaje tan embustero como genial. Para un actor con un abanico tan amplio de habilidades, su participación en esta película es para muchos una bendición. ”No soy un gangster. Soy un funcionario que miro por mi familia”. Aceptar sobornos, contrabando, no hay nada que no haría por su familia. A punto de ser despedido, Ik-hyun se ve abocado a las entrañas sórdidas de Busan, a través de la organización criminal de Hyung-bae. Conocido como “el padrino” por los que le rodean, Ik-hyun usa sus habilidades naturales para la extorsión para llegar a lo más alto de la cadena alimenticia. Su sed por sobrevivir y sus instintos son insuperables.
“No estoy interesado en producir, pero como actor, uno de los sueños que albergo es el de dirigir mi propia película. No es algo que tenga que pasar mañana o pasado mañana, todavía me queda mucho que aprender como actor.”
Ya sea como gangster o como policía (en su próximo proyecto que se estrena en Corea durante el 2013, New World, encarna a un oficial de policía), Choi Min-sik es una pieza clave para entender el cine coreano contemporáneo. Si estuvo quince años encerrado, y ha sobrevivido a eso, seguro que tenemos Choi Min-sik para rato. Y esa es una gran noticia para el cine.
Un reportaje de Enrique Garcelán