The Kingdom of Dreams and Madness
País: Japón. Año: 2013. Director: Mami Sunada. Intervienen: Hayao Miyazaki, Isao Takahata, Toshio Suzuki, Goro Miyazaki. Género: Documental. Duración: 118 min.
Sinopsis: Un largometraje documental sobre el célebre estudio de cine de animación Ghibli. Con libre acceso a las interioridades del estudio, la directora Mami Sunada sigue al personal clave de Ghibli (el director Hayao Miyazaki, el productor Toshio Suzuki y el esquivo «otro» director, Isao Takahata) a lo largo de un año, mientras el estudio prepara sus nuevas y esperadas películas, El viento se levanta de Miyazaki y The Tale of Princess Kaguya de Takahata.
Crítica: Nos hallamos ante un documental atípico que incluso podríamos llegar a catalogar de documento histórico e irrepetible. A la directora, Mami Sumada (conocida principalmente por haber trabajado de asistente de Hirokazu Koreeda en Air Doll), se le concede el privilegio de acompañar durante más de un año al genio de la animación Hayao Miyazaki durante todo el proceso de gestación y desarrollo creativo de la que ha resultado ser su última película antes de anunciar su retiro definitivo: El viento se levanta.
La cámara sigue a Miyazaki en su laborioso y detallista día a día en el trabajo mientras asistimos boquiabiertos a las relaciones laborales que se establecen entre todos los integrantes del Studio Ghibli. Y quedamos maravillados ante el espíritu de sacrificio de un equipo al que se le exige el máximo para intentar lograr llevar a la pantalla una nueva obra de arte. Al cineasta se le presuponía una especie de tiranía manifiesta para con sus trabajadores y una mano dura que trascendía los límites permitidos en la relación jefe-subordinado.
El documento gráfico deja constancia clara y diáfana de que algunos de los integrantes del estudio abandonan la titánica empresa de levantar el proyecto animado tan solo porque no están a la altura de las circunstancias exigidas. La crueldad de darte cuenta de que no estás al nivel exigido simbolizada en los pupitres vacíos que van dejando algunos ilustradores que abandonan la tarea encomendada no hace sino que acentuar la depurada calidad que se pretende.
Documental emocionante e introspectivo, The Kingdom of Dreams and Madness (El reino de los sueños y la locura) se convierte en una obra indispensable para comprender mejor la importancia de las relaciones humanas en el proceso de la creación artística de un largometraje de animación. A lo largo de sus casi dos horas de metraje, se da voz tanto a los dibujantes más novatos como a los más experimentados, a dobladores, representantes legales, productores (impagables las declaraciones que son pura historia de la animación de Toshio Suzuki) e incluso atisbamos la presencia de otros directores del estudio como el esquivo e insobornable Isao Takahata (luchando por sacar adelante su primera película tras trece años de retiro, The Tale of the Princess Kaguya) o Goro Miyazaki (hijo de Hayao, quien entre otras lindezas nos cuenta sus acuciantes dudas acerca de su imposibilidad manifiesta de llegar al nivel de perfeccionamiento de su padre).
Pero sin duda lo más disfrutable de la función son los puntos de vista personales, opiniones y distintas confesiones preñadas de clarividencia y sinceridad del firmante de obras maestras incontestables como Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro, apoyadas con un montón de fotografías e imágenes de archivo tan fascinantes como irresistibles para los seguidores de la obra del director japonés.
Sunada nos brinda una vertiginosa delicia abriendo el capó del Studio Ghibli, explorando su mecánica con minuciosidad, respeto, mucha admiración, y un punto de nostalgia ante la más que posible desaparición y cierre de puertas del estudio, una noticia que los que amamos las películas del estudio todavía no nos acabamos de creer del todo.
Lo mejor: Un caramelo para los fans del Studio Ghibli en general y Hayao Miyazaki en particular.
Lo peor: El aroma a despedida que desprende el documental tras el anuncio del cierre parcial del estudio.
País: China. Año: 2013. Director: Vivian Qu. Intérpretes: Lu Yulai, He Wenchao, Hou Yong, Zhao Xiaofei, Li Xinghong. Género: Drama. Duración: 93 min.
Sinopsis: Li Qiuming es un joven aprendiz en una compañía que realiza mapas digitales. Su trabajo consiste en analizar las calles de una ciudad en continuo cambio, para mantener los mapas actualizados. Un día, a través de su visor, aparece una atractiva joven, pero rápidamente desaparece por una tranquila avenida. Tiene que volver a verla. Cuando comprueba la calle para provocar un encuentro furtivo, le sorprende que esa calle no exista. Es más, no puede registrarla en el sistema.
Crítica: De entrada nos encontramos con una propuesta harto original en su planteamiento. Una calle misteriosa donde una chica aparece y desaparece entre sombras; un hombre que se enamora perdidamente de ella mientras intenta desentrañar el porqué de lo ilógico; una familia extorsionada que esconde más de un secreto… Con estas premisas Vivian Qu arma la que es su primera película en calidad de directora, después de haberse ganado cierto prestigio como productora en films de factura independiente como Night Train (2007), Knitting (2008), Longing for the Rain (2013) y, sobre todo, la multipremiada Black Coal, Thin Ice (2014), ganadora del Oso de Oro a la mejor película en el pasado Festival de Cine de Berlín.
En la encrucijada entre una China antigua y otra más moderna e hiper-tecnológica, entre el férreo control y los mecanismos del opresivo poder, asistimos a una ajustada mezcla de drama romántico y thriller con esencia de cine negro a la antigua usanza que, por desgracia, se va desinflando a medida que avanza el desarrollo de la apelmazada trama.
Si bien hay que reconocerle a la directora cierta valentía a la hora de atreverse a llevar a la gran pantalla una historia en la que subyace cierta crítica indirecta a los chanchullos y manejos gubernamentales, también, detrás de toda esa soslayada intención sobresale un desmesurado interés por agradar al público foráneo. Se trata de un trabajo tan pulcro y aseado que adolece de la fuerza y vigor suficiente para resultar encomiable.
Todo suena a demasiado orquestado para satisfacer a los programadores de festivales que gustan de ofrecer a su público productos asiáticos en los que destaquen el exotismo autóctono pero con ritmo y cadencias propios del cine europeo (aquí por ejemplo la banda sonora está compuesta por un puñado de canciones francesas e italianas). La metáfora que utiliza un espacio desconocido (esa calle-trampa que da título al film) como lugar al que nunca se puede llegar está muy bien traída, pero el pulso narrativo carece del suficiente empaque y mala uva para llegar a considerarlo un film de denuncia.
De todas formas, no seremos nosotros los que pongamos palos en las ruedas de todos aquellos cineastas que quieren ofrecer un tipo de cine diferente e intimista que contrarreste el alud de megaproducciones taquilleras que pueblan la cinematografía china. Como debut en la dirección, Trap Street posee los suficientes argumentos y virtudes para augurar que Vivian Qu puede ser uno de los nombres a tener en cuenta en lo que esperamos sea una nueva ola de realizadores chinos, después de ver cómo los otrora grandes cineastas rebeldes del país, como por ejemplo Zhang Yimou o Chen Kaige, ya no son lo que eran y se dedican a contentar con tibias propuestas a los que antes eran destinatarios de sus dardos filmados.
A destacar la cuidada fotografía en tonos verdes y azulados de Li Tian (asistente de cámara en la maravillosa Una vida sencilla, de Ann Hui), asistido en esta ocasión por el director de fotografía y montador francés Matthieu Laclau (otro síntoma que viene a refrendar la opinión anterior de resultar un producto demasiado europeizado) y el cuidadoso montaje de Yan Hongyu (todo un experto en la materia con títulos tan conocidos en su filmografía como La ducha, 1999, La bicicleta de Pekín, 2001 o Acantilado Rojo, 2008).
Lo mejor: Cualquier propuesta que se salga un poco del rutinario mainstream chino siempre es bienvenida.
Lo peor: Su morosidad y falta de ambición acaba por pasarle factura.
Reseñas de Francisco Nieto.