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Bienvenido a la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba

08/01/2012

Despertarse en otro país tiene su gracia. Sobre todo cuando abres los ojos y enlugar del vecino de enfrente, te encuentras frente a un valle repleto de palmeras reales. Sí, cineasiáticos, nos encontramos en Cuba. Jet lag superado a base de unas horas de sueño reparador y con ganas de empezar la aventura caribeña.

El viaje, pero, se había iniciado unas horas antes… cuando entre carrera y carrera por la Terminal 2 del aeropuerto de Barajas, notaba lo falta de ejercicio que mi cuerpo acusaba tras la ingesta de turrones navideña. Total, tras un cuarto de hora de incertidumbre, por fin alcancé el Airbus UX-501 de la compañía Air Europa. Analizando el pasaje uno duda de lo de la crisis económica, por mucho que Rajoy y su fiel escudera doña Saez de Santamaría se encarguen de recordárnoslo una y otra vez. El avión estaba repleto, en parte de ciudadanos cubanos, pero también de un buen número de turistas: italianos y españoles a la cabeza.

Tras 10 horas de viaje amenizadas con dos películas (que no ví): una era El Gato con Botas y la otra no la recuerdo bien (salía una chica que ligaba mucho pero que al final lo que buscaba era casarse…), dediqué el tiempo a la lectura: “El país del presidente eterno: Crónica de un viaje a Corea del Norte”, del periodista Roger Mateos. Sabia manera de preparar las clases de cine coreano si tienes que impartirlas en Cuba. Tentado estuve de seguir preparando los dos talleres que me traen a la Escuela de cine, el intento lo hice, ya que cogí los apuntes del equipaje de mano…, pero no los abrí en ningún momento. Ya habrá tiempo en Cuba, me dije.

La llegada al aeropuerto de José Martí de La Habana se produjo a las 3 horas de la madrugada (hora española), o lo que es lo mismo, a las 20 horas (horario cubano). Recordé mi primera visita a la Isla  hace ahora justamente catorce años…: el nerviosismo de entrar en un nuevo país, del que tanto se ha hablado… Recordé también, para mi desesperación, la cola que me esperaba en la aduana cubana, hasta que el funcionario pronunciara las palabras mágicas: “Bienvenido a Cuba”. Me armé de paciencia, porque el trámite podía significar entre una y dos horas extras más. Pero… un hada madrina iba a venir en mi ayuda. Evidentemente lo de ser VIP no lo tengo muy asumido, en gran medida porque nunca lo he sido. Pero la Escuela de cine me tenía preparada una sorpresa: una amable funcionaria me estaba aguardando con el cartelito que indicaba “Enrique Garcelán”… dispuesta a que no hiciera más cola que la estrictamente necesaria, es decir, ninguna. ¿Y la maleta, pensé en alto? No se preocupe, respondió ella… ahora mismo nos la traen.

Sí, había llegada a Cuba por la puerta grande. ¡Gracias camarada, Fidel!

Treinta minutos más tarde, después de recorrer varias carreteras que enlazan el aeropuerto con la Escuela de cine (situada en el pueblo de San Antonio de los Baños), llegaba a la que va a ser mi casa durante los próximos quince días. Una de características que tiene la escuela, me explicaba ayer por la noche Jorge Iglesias (responsable de la cátedra de Humanidades) es la proximidad entre el alumno y el profesorado. Y para ello los profesores conviven en la misma escuela, duermen en ella, para que el contacto sea mucho más intenso. Vamos, compartiendo, como en el ideario de cualquier socialista que se precie de serlo.

Y aquí estoy… en mi apartamento de la EICTV, después de un frugal desayuno (el horario no es apto para amantes de la cama: de 6 de la mañana a 8:30), compuesto por: zumo, café, pancito con mantequilla, y huevo duro, después de haber curioseado un poco por los entresijos de la escuela (genial las frases que se leen escritas en las paredes de algunas de las personalidades que han venido a la escuela)…dispuesto a iniciar mi jornada. Un día en el que tengo una sesión triple de cine: Irán, Francia y Dinamarca, que incluye A Separation y Melancholia

Nos vemos más tarde: si internet, el Comandante, y los astros lo permiten.

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