El drama histórico y la nostalgia son sin duda dos de los temas más de moda en el cine coreano. El recuerdo de tiempos pasados, en absoluto mejores que los actuales, sino más bien todo lo contrario, repasando algunos de los obstáculos que ha tenido que superar un país ocupado, dividido, y tiranizado en el pasado siglo, y la superación de todas esas dificultados para poder salir adelante, se han convertido en uno de los principales reclamos de varios de los grandes éxitos de los últimos tiempos en la cartelera coreana. Podemos tomar como ejemplo los más de 14 millones de espectadores a los que atrajo a los cines Oda a mi padre en las pasadas navidades, convirtiéndola en la segunda película más vista de la historia de Corea, que ahora llega a nuestro país de la mano de European Dreams Factory. La emoción vuelve a tomar las riendas en uno de los grandes melodramas surcoreanos de los últimos años, premiado también por el público en la última edición del Far East Film Festival de Udine.
El drama se reúne con la nostalgia en este film que repasa algunos de los eventos que han marcado al país a través de la vida del personaje protagonista, desde su infancia en la década de los 50, con el país en plena guerra civil, hasta su vejez en el presente. La película hace honor a su título, y nos muestra una gran historia personal de un hombre común, que traumatizado por la pérdida de su hermana en pleno éxodo por el ataque de las tropas chinas, toma como modo de vida las palabras de su padre, que le pone en su ausencia como cabeza de familia. Con la familia dividida y mermada por la guerra, la única solución es el buscarse la vida de cualquier manera, intentar sobrevivir y proveer para la familia a cualquier coste, aun a riesgo de tener que dejar los sueños propios de lado. A partir de ahí, veremos la lucha del joven asentado en la ciudad portuaria y comercial de Busán, a través del espíritu de trabajo y la amistad, siempre con el sacrificio por los suyos por encima de todo. Por el camino tendrá que enfrentarse no pocas veces a sus propios demonios y sacar el carácter de un superviviente para el que desde pequeño la supervivencia ha sido casi un milagro.
Esta gran producción que no escatima en escenas conmovedoras ni espectaculares, es un proyecto de uno de los directores más ambiciosos del cine coreano, Yoon Je-kyun, que después de alucinarnos con su film de catástrofes Haeundae, tardó cinco años en terminar este nuevo proyecto, para el que se planteó explicar la historia de un padre y su sacrificio por la familia como homenaje a toda una generación. En este viaje a través de la vida del protagonista saltamos desde el presente, donde nuestro ya anciano protagonista y su esposa tienen una reunión familiar, a través de cuatro grandes eventos de la historia del pasado siglo en Corea, que nos sirven para profundizar en algunos de los problemas de cada época. El dolor de la separación, la emigración masiva en busca de un poco de dinero a riesgo de jugarse la vida, el reencuentro con la tragedia de la guerra o la frustración por las dificultades de los reencuentros entre familias separadas en el conflicto entre Norte y Sur, con algunas de las escenas más conmovedoras y emotivas de la película.
El director ha intentado no solo recrear las diferentes épocas de la manera más realista posible, sino también añadir elementos culturales, y así durante el film podemos vivir momentos clave de la historia del país como el anuncio del armisticio entre las dos Coreas, o cruzarnos con personajes de la cultura popular coreana, como el presidente de Hyundai, el modisto André Kim, el luchador profesional Lee Man-gi, o el cantante Nam Jing.
Hay que destacar la magnífica interpretación de Hwang Jung-min (New World), un actor que ha subido como la espuma en los últimos años con una variedad de personajes diferentes que le han dado una versatilidad poco habitual, y que ha dominado la taquilla surcoreana de este verano con Veteran, dando vida al protagonista Dak-soo, en un conmovedor tour de force en el que le acompaña una vieja conocida de la pequeña pantalla internacional como Kim Yun-jin (Perdidos). Destacar además la presencia de Oh Dal-su, secundario de lujo y auténtico Rey Midas del cine coreano al estar en un buen puñado de los mayores taquillazos de los últimos años, que esta vez vuelve a ponerse a cargo de la parte más ligera de la película.
Preparad los pañuelos para este film lleno de emoción, sacrificio y un punto de amargura, pero también de esperanza y espíritu de lucha, un viaje en el tiempo a través de los últimos 60 años de la historia de Corea en el que explorar la historia de un país que queda a muchos kilómetros del nuestro, pero con el que podemos encontrar no pocos puntos en común. Solo tenemos que preguntarles a nuestros padres o abuelos.
Victor Muñoz (CineAsia)